sábado, 12 de noviembre de 2011

UN RATO A SOLAS NO HACE DAÑO

A veces buscada pero casi siempre temida y despreciada, la realidad es que la soledad convive con nosotros. Al ocaso de una relación, la muerte de un compañero, la independencia de los hijos cuando salen del nido o la separación de grandes amigos, irremediablemente le sigue una dosis de soledad. Aunque repelida por nosotros mismos, es igualmente necesaria y justa para recargar fuerzas y seguir echando el pleito con la vida.
Se sabe de personas que pierden su compañero y mueren de soledad; pajaritos que no saben vivir solos; personas a las cuales la soledad las deprime y hay los muchos, que evitan a toda costa esos momentos a solas al precio de incontables errores.
Y hablo de sentirse solo, que no es lo mismo que estar solo. No importa cuántas personas le rodean, si el sentimiento está ahí no se hace caso a música ni fiesta y la compañía de otros pierde valor. Usted puede estar casado y aún sentirse solo. Puede tener un millón de amigos y en algún momento sentirse desolado. La calle puede parecer un escape y también puede terminar haciéndolo sentir más miserable y por ende más solo.
No obstante, a veces es tan necesaria esa soledad como tan necesario es el llanto para calmar el dolor. Para dejar fluir la inspiración nada funciona mejor que un momento a solas; para pensar, una buena caminata en solitario es el mejor remedio; para tomar importantes decisiones, la almohada resulta la mejor compañera; para poner punto final a un gran amor que nos marcó la vida, de buena o no tan buena manera, el tiempo a solas nos ayuda a curar las heridas; después de una gran fiesta en casa o una visita extendida se aprecia un buen rato la soledad y el tiempo en casa a solas le sabe a gloria.
En algún momento todos nos hemos refugiado en esa sana soledad asociada al silencio y a ese encuentro con nuestras almas que nos permite conocernos y aclarar el sendero para seguir caminando.
Cura del alma, aclara los pensamientos y nos hace valorar la dulce compañía de los seres queridos, todos puntos a favor de la soledad. No le niegue el chance a ese rato a solas cuando le toque la puerta, pero no olvide nunca que somos seres sociales, que nacimos para estar en compañía; que la comunicación es una regla de vida de uno más uno; que la hermosa solidaridad sólo se practica si hay más de uno y que se necesitan dos para bailar el tango.

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