Entre un ciclo y otro de la
lavadora, ella me dice que sabe de todo. En mayo del año pasado, para el dia de
las madres, con sólo doscientos pesos logró comprar flores para elaborar cinco
arreglos que vendió ese mismo día; ha leido libros de medicina naturista, se
siente en plena capacidad de preparar remedios y sabe leer la taza; hizo un
curso de masajes y brilla ollas como nadie a pesar de que se le zafa la muñeca
de vez en cuando; macramé, costura, colchas, cortinas, muñecas sin rostro,
manualidades y cuando se apretó, aún mas la situación, fue capaz de pegar
blocks en una construcción y limpiar tumbas en un cementerio. A sus 56 años, no
se detiene y cada sábado asiste a clases de pintura.
En esos mismos días grises cuando
el cielo no decide su matiz, una niña de 10 años, ante mi pregunta de por qué
no fue a la escuela ese día, responde que tuvo que despertar a las 5 de la
mañana para ir con su mamá a tomar un turno en "El Angelita" y que un
médico pediatra le revisara los resultados de unos análisis. Sin parar un
segundo me sigue contando que por mala suerte, hubo que tomar la muestra de
nuevo y tendrá que repetir la misma rutina madrugadora la próxima semana. A
modo de desahogo se queja conmigo del hambre que le atacó en plena diligencia
pero victoriosa y con una sonrisa sobrecargada de inocencia me habla casi
derretida de los exquisitos yaniqueques que vende una señora en un puesto
cercano a la casa. Y eso, al final de la tarde, entre el paseo y el manjar, fue
prácticamente la recompensa del día.
Del otro lado de la ciudad, una
mujer de 60 años, madre soltera de tres hijos adultos, vive de una pensión que
le corresponde por más de 30 años de labor intachable en una oficina del
Estado, que a duras penas le alcanza para mal comer y más nada. Con el rostro cansado,
el pelo poblado de canas y con ojos intensamente azules que hablan de la
belleza en sus años de juventud, dejó de trabajar y se dedicó a cuidar a su
madre de 94, paralítica, senil y con la terquedad infantil que regala la vejez
y a su hijo de 30 y algo, con la condicion especial de Sindrome de Down. Las
adversidades le han concedido la dignidad para no terminar en la calle pidiendo
y de paso hasta la fuerza fisica de un hombre.
Mientras tanto, y como enajenados
de la realidad, el Fondo Monetario Internacional ocupaba los titulares de los
diarios del mundo con una preocupación sentida de que la gente viva más de lo
esperado.
El FMI habla de lo que los
economistas llaman "riesgo de longevidad", de la amenaza que
representa el hecho de que el promedio de vida aumente y lo costoso que sale
aquello para las finanzas públicas, lo que me hace pensar en las vergonzosas
pensiones que se asignan a la gente del pueblo, sino que le pregunten a la
mujer de 60 que hace magia para comer con lo que le sale de pensión.
Llegan incluso a proponer el
retraso de la edad para jubilarse y de inmediato pienso en los cañeros que sin
perder las esperanzas siguen piqueteando el Congreso Nacional para ver si por
un golpe de suerte terminan de pagarles su dinero y dejan de morir en la
pobreza extrema o por falta de recursos para comprar medicamentos.
Por eso mientras el FMI habla de
vida, me pregunto qué vida? Si ellos no saben de vida. Lo único que nos salva
es la esperanza, por suerte esta gente la mantiene viva, han aprendido a echar
el pleito dignamente y a ser felices por encima de todo, y eso debe molestarle
mucho al FMI porque nos hace vivir mas. La próxima vez que cante cumpleaños
feliz y desee muchos años más, piénselo bien!...una parte del FMI y Christine
Lagarde debe sufrir ese canto.
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