Lo que
parecía no tener fin llegó a su último día y sobrevivimos. Cuando pensamos que
la campaña política nos comía vivos a todos, que los tapones en las avenidas
iban a ser eternos, que el sueño profundo sin el estruendo de una peinadora era
cosa del pasado y cuando ya casi lográbamos acostumbrarnos a la programación en
televisión saturada hasta la coronilla de comerciales proselitístas, por fin llegamos
al cierre de campaña de este proceso.
Entre jueves
y viernes, la ciudad lució su mejor traje caótico y nos recordó a los pobres
infelices conductores que nunca es demasiado cuando la política se tira a las
calles. Intransitable es una seda de miel para describir lo que vivimos en esos
dos días en la ciudad de Santo Domingo y en la mayoría de las ciudades del
interior.
Sin embargo,
entre caos, bullicio y promesas, el panorama se elevó al máximo nivel de color
de pueblo. Cuando se trata de ponerle pasión a las cosas, especialmente en pelota
y política, sin lugar a dudas los dominicanos nos robamos el show y cargamos
con la corona.
Entre jueves
y viernes, todo el que nunca salió a caravanear tomó las calles y el que no
salió, por lo menos se dejó ver sutilmente el refajo; el vecino que nunca sacó
su bandera aprovechó justamente el día de cierre para lucirla; la creatividad
del dominicano pasó la prueba de fuego cuando se trató de ridiculizar al
oponente y ensalzar su candidato; escobas, palas, un ataud, ollas, sartenes, lo
que sea que usted pueda imaginar tuvo ese día un sentido político único; las
redes sociales congestionadas entre quejas por las calles entaponadas, por el
desorden ajeno que molesta y por el musicón del partido contrario.
Más allá de
la guerra entre encuestas y sondeos, este año los dos partidos mayoritarios se
jugaron la faja en los efectos especiales y jugando a encantar, y de paso
tambien enganchar, a los infames indecisos con coloridos globos, desfiles de
helicópteros, aviones, hombres en zancos y un hermoso zepelín que atontaba al
más despierto.
Los
personajes pintorescos que se vieron allí, se encargaron de hacernos olvidar la
compra de cédulas y el derroche de miles de millones de pesos que en lugar de
estar destinados a educación, salud, envejecientes o quien sabe...hasta a los cañeros
aquellos que reclaman su pensión, fueron festinados en la kilométrica campaña.
Para alegrar la nota se vió la doña con las medias de mallita que baila, los
muchachos de los redoblantes, el enérgico compañero que se encarga de recoger
la gente del sector, el que reparte el pica pollo y el borracho que se le bebió
el romo a los dos partidos.
El viernes
faltando quince minutos para las doce, un horrible estruendo de fuegos
artificiales me despertó como un grito de guerra que marca el inicio del
bombardeo y en lugar de molestarme por haberme parado de la cama y haber
interrumpido el sueño de mi pequeña, me alivié, miré al cielo como dando
gracias y sonreí victoriosa porque supe que había llegado al final y que
estábamos más cerca del lunes 21. Que siga la vida!
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