La naturaleza no para de asombrarme.
A mitad de semana en un fugaz momento de ocio antes de dormir, pensaba en lo
sorprendente de la maternidad. Imaginen la magia de conceder vida a otro ser; piensen
en el despliegue de perfección en aquello de llevar una criatura por nueve
meses en la panza y velar por ella. Una tarea de entrega, de sacrificio
constante y que pone a prueba hasta la resistencia fisica. Cómo ha podido la
naturaleza diseñar un ser tan perfecto, hasta con dotes de diosa y con una
mistica tan divina?
La respuesta no la tengo, ni siquiera ando cerca de encontrarla, pero he sido premiada con una de esas diosas en mi casa y por eso he puesto mi empeño en que este último domingo de mayo cuando los dominicanos celebramos el Día de las Madres sea al menos un pizca de especial y Dulce como ella.
Cada madre es una historia de amor y
en casa somos cinco corazones que dan testimonio de su amor desmedido, de
entrega, ternura, sacrificios, entereza, dignidad, sabiduría, dulzura y
sonrisas al por mayor. Mi mamá guarda una historia que habla de una mujer
joven, casada y enamorada de un hombre de ideales revolucionaros que acuñó como
de ella y que de una manera y otra, luchó por ellos como si fueran propios.
Su historia cuenta de salir a
trabajar dignamente, mientras el marido era preso de la clandestinidad que
dictaba el momento, para lograr llevar el pan a casa y dejar el espacio para
alimentar el alma a sus hijos con el amor irremplazable de mamá. De enfrentar
adversidades que harían temblar al más valiente de los hombres sin perder el
aura de ternura que la adorna. Criar a sus hijos con tal sentido del decoro que
les hiciera mantener el orgullo aún con el estómago en ayunas. Enseñarnos con el
ejemplo, que donde come uno comen dos, cuando a casa entra sin tocar cualquier
persona que necesita un plato de comida.
Entre dulzura y mano de hierro, que los tiempos malos son la sala de espera de los tiempos buenos, porque de eso sí puede ella hablar con su experiencia. Nos cuenta al oído, sin alardear de ello, de la necesidad que siente su corazón de ayudar a los que menos pueden. Nos habla de humildad, cada vez que lleva un enfermo al hospital y pide favores para desconocidos como si fueran sus hijos y con sus acciones nos da cátedras de humanismo y demuestra por qué algunos la llaman Padre Billini. De amor y romance, sobran hojas en el libro de su vida. 47 años de matrimonio impecable, que ha sobrevivido a todas las mareas y que aún hoy mantienen la llama encendida y se miran con ternura.
Entre dulzura y mano de hierro, que los tiempos malos son la sala de espera de los tiempos buenos, porque de eso sí puede ella hablar con su experiencia. Nos cuenta al oído, sin alardear de ello, de la necesidad que siente su corazón de ayudar a los que menos pueden. Nos habla de humildad, cada vez que lleva un enfermo al hospital y pide favores para desconocidos como si fueran sus hijos y con sus acciones nos da cátedras de humanismo y demuestra por qué algunos la llaman Padre Billini. De amor y romance, sobran hojas en el libro de su vida. 47 años de matrimonio impecable, que ha sobrevivido a todas las mareas y que aún hoy mantienen la llama encendida y se miran con ternura.
Por ese libro de vida que hoy, Juan Miguel, Yenny, Ivelisse, Ramona y yo nos sabemos de memoria, la exhibimos con tanto orgullo, nos declaramos fanáticos numero uno de Doña Dulce y cedemos el turno a nuestros hijos para que sigan deleitándose con sus vivencias, sus enseñanzas y su ejemplo de servicio y amor incondicional.
Aunque es
cierto que las expresiones de amor no tienen fecha especial; cierto también que
el comercio y las ventas han arropado el sentido sublime de la celebración; que
todos los días del año, son días de las madres; sería imperdonable dejar pasar
la fecha y no dedicarle mi oficio a ella. Dedíquele usted el día y su vida a la
suya, que cada una tiene una historia qué contar.
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