Dónde
estás?, qué haces?, con quién andas?, en quién piensas?. La insaciable sed del
ser humano por saberlo todo y el constante afán por saber más de la cuenta. Un sentir
desmedido de controlar y de querer amar con sentido de pertenencia que se
apodera de nosotros y nos nubla la razón.
Aquel
instinto que nos mueve a preguntar, a indagar motivos ocultos y a explorar
respuestas que le quedan cortas al indagador. Sin discriminar sexo, color ni
religión, el gusanito de la curiosidad vive allí. Ese deseo hasta inconsciente
de averiguar el trasfondo, cuando a veces ni existe, dejó de ser hace mucho un
asunto exclusivo de las mujeres y se ve reflejado hasta con más agudeza en los
hombres.
Los
tiempos exigen más de la gente en todos los sentidos. Hoy una licenciatura dejó
de ser suficiente en una hoja de vida; los profesionales apuestan por una
maestría, una especialidad o un doctorado y constantemente se superan a sí
mismos. Las escuelas no son las de antes, los bebés nacen sabiendo y los niños
desarrollan una inteligencia extraordinaria desde tempranísima edad. Un
telefóno ya es obsoleto si sólo sirve para hacer llamadas y si no tiene Twitter
y Facebook, su vida quizás no parezca tan interesante ante los ojos del mundo.
La
era del conocimiento avanza y con ella avanzamos nosotros por las facilidades
que nos ofrece la tecnología entre cámaras digitales, BlackBerry, Iphone,
Androids, tablets, redes sociales, mensajería de texto y un millón de dispositivos
más que hacen que la vida, el trabajo y las labores sean menos complicadas.
Pero también en ese mismo sentido, la privacidad se ha vuelto un lujo.
Sin
darnos cuenta, dejamos mucho de nosotros en las redes sociales y lo hablamos
todo dejando un rastro imborrable en alguna fibra escondida de aquella
enmarañada tecnología y en el cual es mejor ni pensar, porque a fin de cuentas
la KGB dejó de existir y el ánimo no está para convertirnos en Sherlock Holmes.
El
instinto voraz por saberlo todo se alimenta de ahí y también avanza con los
tiempos. Las infidelidades quedan facilmente al descubierto ante el mínimo
descuido del infiel y hablar mentiras se ha convertido en un verdadero reto
cuando nuestros pasos quedan registrados en el historial de llamadas y hace
quedar mal al más astuto.
Saberlo
todo ya se ha vuelto muy sencillo y hasta para los que no buscan, no quieren
saber, no preguntan, no revisan, no investigan, la información les llega sin
perseguirla. Los tiempos de ahora hacen honor a la frase que reza que todo cae
por su propio peso y a quienes creemos firmemente en que la verdad es como el
corcho que siempre sale a flote.
La próxima vez que le
tiente hacerse un video comprometedor o tomarse fotos para consumo interno,
piense en la posibilidad de cualquier dejadez y el precio en la confianza de
quien no merece el engaño. Porque aquello de que sólo quien busca encuentra ya
murió con el pasado.
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