He
escuchado que en cada región hay una manera distinta de llover. En cada lugar la
lluvia cae con su estilo peculiar. En los lugares de tierra húmeda y fértil, la
lluvia suele ser como una caricia a la que ya está acostumbrada y que espera
con la certeza del que está seguro de lo suyo. En otras partes, donde el suelo
es árido como en el sur o en los desiertos, el calor es tan intenso que las
gotas de lluvia no tocan el suelo sin antes evaporarse y desatar una mística
ola de vapor tan característica de esos ambientes.
De
la lluvia y cómo cae hemos tenido mucho en estos días de Isaac. Los efectos que
ha dejado a su paso el desviado huracán, han servido para recordarnos la
necesidad de prepararnos, más allá del ron y el dominó, ante la llegada de un
fenómeno de este tipo. Calles inundadas, puentes rotos, comunidades anegadas,
miles de familias desplazadas de sus hogares y muchos mas refugiados a fin de
evitar tragedias y el eterno drama de las familias en la ribera de los rios.
Más
allá de habernos librado de la furia de aquellas aterradoras franjas rojas y
amarillas que se nos presentan en los pronósticos meteorológicos, Isaac dejó a
su paso un fin de semana bajo intensas lluvias que obligó a las familias a
pasar tiempo de calidad; las extensas jornadas de apagones forzaron el
romanticismo entre las parejas que cenaron a la luz de las velas; la
creatividad se puso a prueba para mantener a los hijos entretenidos entre
cuatro paredes por los tres días de lluvia; el compartir entre vecinos se hizo
necesario y la lluvia fue una buena excusa para los tragos sociales en casa;
terminar aquel libro que se empezó a leer hace tiempo o escuchar el concierto
de Sabina y Serrat que compró y aún no estrenaba.
La
cocina viste sus mejores galas y abre sus puertas a la imaginación. Desde
sancocho, cocido, asopao o habichuelas, la comida ha sido siempre un aspecto de
primer orden para los dominicanos en un día de lluvia. No sólo inundaciones ha
dejado Isaac, entre los que cuidan la figura ha dejado el remordimiento y las
libritas de mas. Aunque por suerte ha pasado fin de semana y el generoso lunes
aguanta siempre el inicio de las infames dietas.
Sin
importar cómo caiga, la lluvia trae consigo un aire de intimidad que invita al
amor, al cariño, al imperdible romance, a los días en casa, al tiempo en
familia, al chocolate caliente, al buen vino y las conversaciones exquisitas o
a maldecir la distancia para los que están lejos y añoran al ser amado.
En
su justa proporción la lluvia deja a su paso cosas buenas y siempre paga los
daños. Aunque esta versión queda por confirmar con los menos afortunados que
viven, si es justo llamar a eso vivir, a orilla de los rios. Que sus dias de
Isaac hayan sido de reflexión como los mios.
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