Mujeres,
dinero, sexo y diversión. Todo eso y mucho más le sobra al afamado futbolista
del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, conocido como excelente goleador con
habilidades indiscutibles de pasador y el mejor jugador de la selección de
Portugal y de los mejores del mundo.
Recientemente
Cristiano se estrenó en esa liga con sus dos primeros goles y hablar de goles
en futbol es sinónimo del más elevado júbilo; el público paga para celebrar y
de paso vive el espectáculo de los jugadores cuando anotan a favor de su
equipo.
No
pasó así cuando el famoso futbolista portugués metió dos goles para el Real
Madrid ante el equipo de Granada y no celebró con el distintivo gesto que
realiza con las manos simulando garras. Con el primer golazo, apenas aceptó un
abrazo de un compañero con una especie de mueca en la boca y ligeramente
asintiendo con la cabeza. A la segunda anotación, caminó mirando el marcador y
apuntó con un dedo a las gradas. Claramente no se trataba del ánimo de un
victorioso.
La
inusual reacción despertó todo tipo de comentarios y especulaciones sobre el
estado de ánimo decaído de un futbolista que su contrato le genera más de 10
millones de euros, sin contar lo que reporta por publicidad y que hace unas
semanas le ganó la Supercopa al eterno rival, el Barca. Motivos suficientes
para ser feliz pero el mismo Cristiano ha confesado que cuando está triste no
celebra los goles.
Sin
importar dinero, fama o logros, la tristeza guarda un espacio reservado en el
alma de cada ser humano que no está abierto a discusión. La gente se aflije,
pierde voluntad y llega a deprimirse. Somos capaces de sentirnos solitarios en
medio de la multitud y la tristeza es capaz de paralizar nuestro mundo.
El
semblante, los ojos, la actitud y hasta la inspiración delatan la tristeza en
los seres humanos. No existe forma humana de esconder aquel velo gris que nos
empaña la vida cuando falla la alegría. Está en nosotros alzar vuelo, avanzar y
hacerle frente como guerreros abanderados del ser feliz.
Ante
los ojos del mundo, a Cristiano le sobran los motivos para que la tristeza le
pase de largo, pero la realidad de la vida es que cuando la tristeza toca la
puerta no queda más que dejarla pasar, guardar el luto, sólo por un rato, hasta
que pase el ánimo gris y con el tiempo reirnos de aquella tristeza.
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