Cada mañana y de manera inconsciente,
internamente he acuñado un grito de guerra que me ayuda a dejar el calorcito de
la cama, me sacude y me anima. “Las cosas no se hacen solas” me digo todos los
dias y lo pregono a través de las redes sociales con la esperanza de contagiar
a quienes aún no deciden dar el salto.
En tiempos en que está de moda
procastinar y perder el tiempo, ganarle la batalla al ocio y tomar el toro por
los cuernos no es tarea fácil. Entre los teléfonos celulares inteligentes, las
computadoras y las redes sociales, hay que sacar de abajo para no dejarse
seducir por la inacción.
Escasea la constancia en todos los
aspectos de la vida. El brio de la novedad que se desgasta y se deja ganar la
batalla de la rutina y del arte infame de postergar; el desinterés en los
pequeños detalles y la mala costumbre de dar las cosas por seguro es un enemigo
silente pero infalible de las cosas bien hechas. Que nos adormece y nos da esa
falsa sensación de comodidad que creemos eterna.
No es ese el caso de Manuel Ramón
Martínez Quiñones, cariñosamente llamado Don Chichí por el afecto bien ganado
de sus amigos. A sus 80 años Don Chichí logró recopilar la historia completa de
la cotidianidad de Nagua y sus personajes en un libro llamado “Historia
y Vivencias Anecdóticas de Nagua”. Un viaje casi poético a través de la
historia de su pueblo, que se desborda en amor cuando habla de su “Naguita la
bella” y que expresa claramente un apego patriótico a su lugar de origen.
En su libro, Don Chichí consigue
darle el merecido protagonismo a personajes populares que frecuentemente son
callados por la historia y el tiempo, donde trata con el mismo respeto a las
damas de alta sociedad como a las mujeres sencillas del pueblo, al hacendado
adinerado, al empresario y al dependiente del
ventorrillo o al del puesto de venta de mondongo, como un acto de
justicia que sólo emana de un alma tan noble como la de Don Chichí.
Claramente que para lograr dicha
tarea, las palabras postergar, aplazar, procastinar, diferir o posponer, no
existían en la vida de Don Chichí. Lo que cae como balde de agua fría para
aquellos que anhelan extender las horas al día o se quejan de la falta de
tiempo en sus vidas. Don Chichí encontró el tiempo no sólo para hacer las cosas
sino para hacerlas bien.
Supo hacerlas tan bien que cuando la
muerte lo sorprendió el pasado jueves 09 de agosto, su obra estaba
impecablemente terminada, lista para donar ese aporte a los lectores de hoy y
mañana. La parte triste es que a pesar de los esfuerzos de un grupo de amigos
nagueros, entre ellos Lourdes Guzmán y Domingo Marte, que tocaron puertas hasta
el cansancio tras los fondos para publicar la obra, la muerte le arrebató a Don
Chichí el merecido gusto de acariciar su libro, que a base de esfuerzo y
constancia se había ganado.
La muerte le jugó sucio a quién se
empeñó a fondo en no perder el tiempo y para quien los años no fueron una
excusa para dejar de hacer lo que dictaba el corazón. Es una lástima que con
tantas leyes que se aprueban al vapor y con la premura de nuestros legisladores
cuando se trata de sus propios beneficios, el aporte social de Don Chichí
Martínez no haya corrido la misma suerte que por ejemplo, la ley de salarios.
Ya Don Chichí no está y mientras su
libro espera pacientemente para ser editado e impreso, su memoria y su labor
están siendo víctimas de la cruel procastinación que nos mantiene aturdidos
entre el salami y la moringa. Honorables, voten!
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