Despídase de Juanita,
las fiestas, de la agitada agenda social, de los cocteles a mitad de semana, de
las canastas, del ponche, de las lucecitas, de Santa, los renos y sus enanos,
de la comedera de diciembre y dígale adiós al año viejo que tembloroso y
agónico se despide de todos para dormir eternamente en el letargo del recuerdo.
Si bien es
cierto lo que dijo Don Pedro Mir, el poeta nacional, que un año viejo no
despierta inspiración, en su defensa también es cierto que despierta siempre sentimientos.
Alegría, tristeza o arrepentimiento, pero en todo caso reina el agradecimiento. Por lo bueno, por lo no tan
bueno y hasta por lo malo, que se traduce en enseñanzas.
La dicha de
estar aquí para recibir un año nuevo es desde ya un regalo. La oportunidad de
empezar de cero, de trazar nuevas metas, poner a prueba nuestra voluntad y
empeñar la palabra en un compromiso con nosotros, con nadie más, en el intento
de cada año por superarse a uno mismo. Los nuevos 365 chances que ofrece el
2013 para hacer las cosas bien es una oferta difícil de rechazar.
El día dicta
familia, amigos, encuentros, amor, cena, bebidas, baile, buenos momentos y
buena compañía. Dicta también pasar revista a lo vivido y con ojo crítico echar
la vista al año que pasa, pero sólo por un momento, para celebrar nuestros
logros, aplaudir la madurez que nos concede el tiempo, agradecer los regalos
que nos trajo, el crecimiento personal y profesional, los proyectos que en
algún momento parecían lejanos y que 2012 los acercó. El año viejo se convierte
en cómplice de vida y en el más fiel confidente de nuestros más íntimos deseos.
Y si no fue
tan generoso, o la tristeza lo pobló algunos meses, salude la oportunidad de
cambios y la esperanza de que todo será diferente. Programe su mente y su
corazón para ello y entregue su suerte al nuevo ciclo de vida. Al pesar y la
negatividad póngale fecha de vencimiento y que expire cuando el reloj marque
las doce.
Por suerte después
de los excesos y el jolgorio de la Navidad, hace su entrada el mes de enero con
la dosis correcta de sobriedad y cordura, capaz de regresarnos a la realidad,
las responsabilidades, el trabajo y la necesaria rutina.
Despida este
viejo año que agoniza con dignidad y en sus últimas horas de vida déjelo que se
vaya. Que el año nuevo no lo encuentre con las manos ocupadas en un año que ya
no aporta más que recuerdos. Que la Reforma, los impuestos, la impunidad y la
resaca se queden para mitad de enero.
Gracias 2012 por la llegada de Sabrina, por el amor de mi pequeño Rafael, mi hermosa familia que destila salud, los buenos amigos, la estabilidad, el trabajo, por los encuentros semanales en Acento y por el amor que es mío, que no falla en su entrega y se encarga de hacerme siempre sonreír. Cuando quieras, 2013!
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