lunes, 30 de mayo de 2011

CUANDO LA MUSA LLAMA

Cualquier cosa es capaz de encender la chispa que te obliga a escribir y a envolverte en el mágico mundo de las letras. Casi un año me ha costado tomar la determinación de sentarme a escribir, retomar un hábito que tanto disfruto y dejar que la inspiración haga lo suyo. Entre la maternidad y la desgastada excusa de la falta de tiempo, hoy, una mañana de un sábado, la lluvia de mayo me ha dado el empujón que faltaba. Le di permiso a la musa, he comenzado a escribir y como en todo, solo ha sido cuestión de empezar.
Tengo que reconocer la persistencia de la vocación y quitarme el sombrero ante la grandeza de las letras. Desde junio del 2010 viene coqueteando conmigo la idea de escribir y a pesar de mis constantes desplantes la llama de la escritura se mantuvo a la espera de este sábado con la más fina elegancia y la noble dignidad de una dama que no duda que su momento llegará.
Dos de mis buenas amigas Marcel Taveras y Gabriela Espinal pusieron en su momento su granito de arena y me insistieron con empezar un proyecto de letras con el propósito de escribir unas cuantas líneas diarias y en cuestión de tiempo mis ideas tomarían forma y con ello volverían el hábito y la disciplina; idea inspirada en la película de Julia Child que gentilmente Gabriela me prestó con la intención de motivarme. Otro préstamo que se convirtió en regalo por parte de mi amiga Raquel Inoa, despertó el interés en mí y conocí la narrativa ingeniosa de Almudena Grandes más allá de mis encuentros semanales con su columna en El País. Del mismo modo, mi regreso al ejercicio del periodismo y su prisa cuidadosa a través de mi trabajo como presentadora de noticias. Y definitivamente vivir la satisfacción de un libro terminado en base al dulce esfuerzo y aquella disciplina que se disfruta cuando se hace lo que a uno le gusta, reflejado en los ojos y la sonrisa de mi papá.
El ejercicio de escribir requiere disciplina y entrega, pero se cosechan sus frutos en la satisfacción de una idea plasmada en el texto, en el misticismo eterno de lo que se escribe y para muchos, en el romántico sentido de entregar una parte de aquello que sale del alma, que en estos días escasea tanto entre la multitud.
Todo esto, oportunamente, ha surtido su efecto en mí y me ha dejado más que claro que cuando la musa llama…hay que prestarle atención.