domingo, 11 de agosto de 2013

JOSELITO: LECCIÓN DE VIDA

Cierre los ojos por unos minutos, sumérjase en ese negro eterno, trate de seguir la vida a oscuras, intente llevar a cabo su rutina a tientas, con los ojos cerrados y a oscuras haga esas cosas que hace todos los días, como si de repente realmente hubiese perdido la visión, sólo imagine. Esa es la vida de Joselito Hernández desde 2005 cuando a los once años de edad una bala perdida le robó la visión.

Quizás la disputa por un punto de venta de drogas o algún tumbe en plena madrugada terminó con un tiroteo y una de las balas alcanzó a Joselito mientras dormía en su casa en el barrio Gualey. Para muchos, sólo imaginar perder algo tan vital como el sentido de la vista puede parecer el fin de la vida o echarse a morir. Ese no es el caso de este joven de 19 años que anda en plena ciudad de Santo Domingo dando gratuitamente lecciones de vida.

La brisa fresca del despertar de una mañana de julio trajo consigo a Joselito Hernández a mi vida. Yo terminaba de correr en la pista de calentamiento del Centro Olímpico y ya disponía a subirme al carro, rumbo a casa a empezar la faena de aquel lunes. Había llovido, entre lodo y charcos él sorteaba el paso para, con ayuda de su bastón, lograr llegar a la pista que aún estaba a unos cien metros de distancia.

En aquellos cien metros o menos, no contuve la curiosidad y le pregunté qué buscaba allí, es inusual, al menos para mí lo era, toparme con una persona no vidente en una pista de atletismo, y para mi sorpresa me contestó con un “aquí vengo a entrenar”, asombrada lo ayudé a llegar a la entrada, nos presentamos y allí nos despedimos.

Una semana más tarde, nos saludamos y con apenas un timbrazo de mi voz me reconoció al vuelo y de una forma impresionante me dijo de manera acertada el canal donde leo las noticias. Lo único que ha logrado superar el asombro de aquella hazaña ha sido verlo entrenar.

Después de aquel agosto que le cambió la vida, Joselito se ha empeñado en vencerle el pulso al pesimismo y en cambio se ha convertido en todo un ejemplo de dignidad y superación personal. Aprendió el sistema Braille para leer y escribir, terminó el bachillerato, tiene planes de estudiar idiomas, se hizo masajista y terapista profesional, técnico en informática, además, Polayo como lo llaman en el medio artístico, canta y compone canciones urbanas, ha colaborado con varios cantantes de ese género, tiene pendiente una peculiar producción con Teodoro Reyes y por si fuera poca cosa, actualmente entrena como velocista de 100 y 200 metros con una muy buena marca personal.


 Con ayuda de su entrenador, Ángelo Díaz, Joselito ha aprendido de memoria cada movimiento de su rutina y de la manera más noble, se las han ingeniado para llevar a cabo el entrenamiento con una entrega casi de hermanos y en un acto de nobleza capaz de renovar la fe en la gente, Ángelo y Joselito corren a toda velocidad amarrados de la mano como si poder ver el mundo fuera lo menos importante.

Lo más valioso es la lección que Joselito nos está dando a todos, con un inestimable valor moral, porque cuando para aquel niño de once años pareció que su vida llegaba a su fin o cuando lo único que le quedaba era la invalidez o la incapacidad se creció, se sobrepuso a todas las adversidades y miren todo lo que ha hecho.


Joselito nos enseña cómo enfrentar y vencer las calamidades de la vida y cómo no hay razón para usted sentirse derrotado y vencido ante desgracias aparentemente irreparables que abaten sobre nosotros. Joselito es un vencedor, sobre todo porque logró vencer en dignidad y grandeza al funesto personaje anónimo que le robó la vista.

Joselito ha aprendido a realizarse, a no resignarse y por encima de todo a ser feliz. En mi blog (www.alma-enlibertad.blogspot.com) he compartido fotos y videos de este joven tan valioso y después de verlas me atrevo a preguntarles si aún quedan con ganas de quejarse porque hoy sea lunes. Y usted de qué se queja? 

lunes, 20 de mayo de 2013

SOY EDUCACIÓN, SOY PROFAMILIA


Como sacado de los años de la Edad Media, vivimos un episodio oscuro entre la Iglesia Católica y Profamilia al que sólo le faltan hogueras, horcas y guillotinas para completar el cuadro de la época.

Cuando pensábamos haber superado el oscurantismo de la iglesia, los papeles ocultos en el Vaticano, los secretos que mueren entre los muros de los templos, las denuncias que se callan entre obispos y sacerdotes y cuando se respira un aire menos europeo allí con el papado de Francisco, la Iglesia vuelve a dejar claro que se ha quedado rezagada sobre el andar agitado de estos tiempos que mas que andar parecen volar. Ha concedido razón a los holandeses que han decidido cerrar iglesias para abrir bares y centros de diversión por la falta de feligreses en misa.


Resulta ilógico oponerse y condenar la educación sexual en nombre de la religión. Me parece muy cuesta arriba pensar que la iglesia quiera resolver el grave problema de las adolescentes embarazadas, de los abusos sexuales, las violaciones, de la mortalidad de jóvenes embarazadas, las enfermedades de transmisión sexual, los abortos clandestinos, la natalidad sin control, por contar sólo algunos, sólo con exigir abstención en estos tiempos o ahogar las hormonas y rebeldía en las plegarias.

Negarse a eso es contribuir, precisamente, a que la gente viva llena de miedo a lo desconocido y alimentar mitos y tabúes que nada aportan a la sociedad ni al desarrollo de la gente. Ningún pueblo se ha abierto camino dejando a un lado la educación en todas sus vertientes. La sexual no es la excepción. Con tantas áreas indescifrables, la educación sexual se presta para todo tipo de confusiones que cobran un alto precio a quienes son víctimas de la ignorancia que se les obliga en nombre de lo divino.

Hablar de Profamilia es hablar de educación y la educación nunca sobra. No se sabe de nadie a quien le pese o haga daño el conocimiento; y esa labor empieza desde pequeños y para emprenderla hace falta prepararnos. Para hablar a nuestros hijos cuando llegue el momento de preguntarnos y cuestionarnos como lo hacen los pequeños de ahora, es necesario dejar el miedo y soltar la historia de la cigüeña que estoy segura pocos nos creímos en su momento y sólo alimentó las dudas y el misterio.

El desenfreno, las orgías, el libertinaje y otras formas de depravación humana, son otras cosas. Eso aquí no tiene espacio, aquí se discute de educación y de la libertad de tomar decisiones que están destinadas a marcarnos toda una vida. Si bien es cierto que hablar de sexo no es la solución, puramente tampoco lo es repartir píldoras y condones, pero de la mano de la educación, de conocer lo desconocido y tumbar el velo de misterio que resulta atractivo a los jóvenes, apuesto a que mejoramos las cifras.

Mientras tanto, yo voy a Profamilia porque apuesto a la educación. Ojalá del conflicto la iglesia decida sacudirse. No anhelo grandes cambios, me conformo con el mismo voto de silencio que voluntariamente asumen cuando estalla un escándalo de pedofilia y todos callan entre sí. Oremos, hermanos!

@paochaljub

lunes, 6 de mayo de 2013

PERMISO PARA ALARDEAR


Si algo valoro y exhibo con orgullo pleno es a mi familia. En cada uno de ellos encuentro inspiración, historias de vida que con cariño y a veces hasta sin saberlo me regalan y ejemplo digno como vivido por mi misma por la cercanía en el trato y el amor que de manera tan natural nos dispensamos entre todos.
Aquel dicho que reza “dime de qué alardeas y te diré de qué careces…” aquí pierde toda validez; porque si algo atesoramos en casa es la unión familiar que nos caracteriza y la costumbre espontánea de hacer común el problema del otro. Un problema de un hijo, de un hermano, de los sobrinos, de papi y de mami, es un problema de todos. El amor y la unión son la mejor herencia que de generación en generación vamos dejando como legado, especialmente en momentos en que la sociedad y la familia urgen de valores y al mismo tiempo se vuelven tan tristemente escasos.
Pero cómo no sólo de problemas vive el hombre y la familia, en la mía también celebramos y hoy, con la anuencia de ustedes, me permito celebrar con ustedes y así de paso convertirlos en dulces cómplices de mi felicidad, por la publicación del más reciente libro de mi papá.
No hace falta ser periodista o escritor para saber del esfuerzo, la disciplina y la dedicación que conlleva hacer realidad una obra escrita con concepto y con respeto. Las largas jornadas de trabajo y de labor intelectual que ocupa escribir un libro de historia. El ejercicio mental y físico que agota como un parto que se extiende por meses y muchas veces por años, lo que tome parir un hijo intelectual en nombre de perpetuar las vivencias y de aportar su cuota a la memoria histórica de los que no vivimos aquellos años.
Mi familia está de fiesta. Finalmente acariciamos el primer ejemplar de una obra más que mi papá regala a la historia y junto a él, saboreamos todos la satisfacción del deber cumplido y de la labor realizada.

“Manolo, cincuenta años después” es la publicación número trece de mi viejo, a propósito de cumplirse el 21 de diciembre, los cincuenta años de la muerte de Manolo Tavárez Justo, el principal dirigente del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y el más grande líder revolucionario de toda una época. Escrita con la intención de contribuir al estudio y al conocimiento de una historia de lucha tan larga como intensa y noblemente movido por la necesidad que lo adorna de apelar a la esperanza para que no cese la batalla en el intento de rescatar y preservar la herencia de aquel líder inmortal, que aún hoy, a sus cincuenta años de desaparecer físicamente despierta el carisma de aquellos tiempos.
En mi casa hacemos patria cada día. Con el ejemplo de un viejo e incansable luchador que a sus 71 se mantiene firme en sus ideales, sin rendirse, sin venderse y siempre al pie del cañón. Su obra “Manolo, cincuenta años después”, que pronto se pone a circular, es una muestra fiel de que ni los años ni las canas en el pelo pesan tanto como para cambiar el rumbo de la conciencia cuando se tiene claro el norte de su lucha. A más de medio siglo de tomar la senda de la revolución, el hombre sigue creyendo fielmente en lo que lo movió a dejar la comodidad de su casa para internarse en las montañas abanderado de la sed de libertad.
La valentía, la constancia y la integridad de mi papá me regalan no sólo motivos para sentirme orgullosa y comprometida a hacer las cosas bien para hacer honor al nombre de él y de mi mamá sino también deseos de sobra para libremente alardear en esta Comparsa que es más de ustedes que mía y que de seguro me conceden el permiso de hacerlo, aunque sólo sea por hoy.

@paochaljub

domingo, 5 de mayo de 2013

CUANDO FALLA LA MEMORIA HISTÓRICA


La intensidad de los recuerdos es lo que marca la memoria. Me asombran los detalles que puedo recordar de mi niñez y la claridad con la que puedo rememorar episodios de mi vida. Nací en el gobierno de Don Antonio Guzmán, estaba pequeña en los años de Salvador Jorge Blanco y de los últimos gobiernos de Joaquín Balaguer y los acontecimientos de la época, me parecen haberlos vivido ayer.

Con apenas cuatro años recuerdo vívidamente un allanamiento durante el gobierno de Jorge Blanco, quizás de los últimos, que llevaron a cabo miembros de la policía en mi hogar. Una mañana que recién amanecía, mi papá, mis hermanos y yo despertamos en medio de un tropel, el movimiento de extraños en casa, el color oscuro en los uniformes de los agentes, el sol oculto todavía y el ruido ensordecedor del cepillo Volkswagen color crema que aguardaba afuera con el motor en marcha, justo frente a la puerta de la casa, en dirección hacia la Arzobispo Meriño.

Mis hermanos y yo entendiendo sin entender. Con la madurez prematura que otorga vivir situaciones como ésas. Madurez característica en los hijos de esa generación de hombres y mujeres de valor. Mi mamá, que llevaba una bata de dormir, presa de la desesperación y la impotencia, me agarraba de la mano como sin fallar en su instinto protector. Se llevaban a mi papá, lo montaban en el cepillo y apretados y entre armas largas y macanas, marchaban todos rumbo al palacio.

Con esa misma lucidez puedo contarles de un policía que vigilaba cada movimiento de mi papá. Sin disimulo alguno nos seguía cada mañana todo el trayecto a dejarme en la escuela, dormía en la acera a tres casas de la nuestra, justo debajo de un poste de luz que aún permanece en el mismo lugar de la calle. La inocencia de mis años no me dejaba entender a qué respondía nuestro inusual compañero, pero nos saludábamos yo desde el cristal de atrás del viejo Datsun de la familia, él detrás de nosotros en su motocicleta y hasta llegué a apodarlo Toby.

En mi familia nunca se nos ha dicho por quién votar, a quien despreciar, quien es el bueno y mucho menos quien es el malo. Imágenes en la memoria histórica de nosotros, testimonios de vida de mis padres, amigos que se han convertido en familia, y libros, muchos libros nos han servido para discernir y sacar nuestras propias conclusiones. Abunda el sentido común y se pone en práctica la tolerancia, como regla de oro en la vida.

El sentido común se ha encargado de hacerme recordar el gris de los años de Balaguer y la tolerancia me ha ayudado a digerir, sin aceptar, la realidad que refleja la encuesta Gallup que posiciona al Doctor como el político más admirado, con un 30.2 por ciento que le otorga la población.

Sin restarle sus condiciones al Doctor Balaguer, el gran peso social de la figura de un político de mucho vuelo que se apoyó en la fuerza popular y dueño de un carisma indiscutible. Sin mencionar sus dotes de escritor, poeta y orador. Pero de otro lado, el ideólogo de la sangrienta Era Trujillista, el redactor del manifiesto mediante el cual se anunció el golpe de Estado al gobierno de Horacio Vásquez en 1930. El brillante cerebro detrás del Dictador que heredó el poder tras la muerte de Trujillo.

No haber vivido la persecución de la Banda Colorá y los funestos doce años de Balaguer no me impide sacar mis propias conclusiones. La encuesta me confirma lo que tanto he temido, la memoria histórica de los dominicanos anda patas  arriba. A once años de la desaparición física de Balaguer y a diecisiete de su último gobierno, el sentido histórico de la gente anda perdido. Balaguer le ganó el pulso no sólo a Bosch y a Peña Gómez, también se llevó a Duarte, a Manolo y a Caamaño. Y no sólo lo mal que andamos, sino el arduo trabajo que hay que hacer para recuperar la memoria histórica y acabar con la confusión. Se oye o no se oye?

@paochaljub

AMAR SIN DEJARLO SABER


Cuatro meses saliendo juntos, van al cine, a bailar, a restaurantes de moda, dejan la ciudad por dos días de ensueño y viajan al interior a esconderse y acariciarse en algún rincón entre Constanza, San Juan y Samaná. Mensajes de texto al despertar, los “buen provecho!” al mediodía sin importar ocupaciones y despedir el día se convierte en una costumbre que se hace extrañar cuando no lo hacen. Cuatro meses, nadie se atreve a decir al menos un “te quiero” y aún la relación no tiene nombre. El cuadro es común.

La hija de trece años llama a su papá por segunda vez en lo que va de día, conversan y entre tema y tema cierran el teléfono sin una muestra de cariño, escasos de afectos, aún con el corazón rebosado de ternura y amor listos para entregar y que mueren en el desesperado intento de ser entregados a quien se lo ha ganado. Terminan la conversación.


Amigos por años, amigos de infancia, amigos probados en las buenas y en las malas, amigos que superan la distancia y que comprenden hasta el silencio de nosotros son víctimas de la dejadez aniquilados por un parco “te quiero” en alguna tarjeta de cumpleaños o de navidad.

Toda una vida compartiendo con los padres y justo en el entierro las muestras de afecto desesperado se adueñan de los hijos que dosificaron el cariño y desaprovecharon cuando obligaba el corazón y decidieron ignorarlo.

Del mismo modo que en toda guerra la primera víctima es la verdad, en toda crisis económica lo primero que se pierde no es el dinero sino los modales. La realidad me obliga a agregar que con los modales también se van las muestras de cariño y de empatía.

Vivimos un tiempo en el que asombrosamente dar afecto y mostrar signos de empatía y de apego es visto por muchos como un mal de pesadas ataduras. El cariño desinteresado es malinterpretado constantemente como coqueteo y brindar una mano a quien lo necesita queda casi siempre a la espera a cambio de un favor o una recompensa. Reconocer las buenas acciones y alentar el talento y la capacidad en otros casi se extingue entre los mismos humanos, quedándonos tantas veces con halagos y detalles que no nos pertenecen. Sin darnos cuenta que lo que más necesita el mundo y su gente es amor.

Cambiamos el apego por la falsa libertad de permanecer siempre al acecho, la estabilidad por la amplia oferta que se cree tener bajo el estatus del no compromiso y preferimos callar antes que halagar. Vivimos postergando el amor en todas sus dimensiones, dejando para mañana el “te quiero” pendiente y que ansioso aguarda con gallardía. Hemos desvirtuado el sentido del orgullo para convertirlo en una soberbia que vive divorciada de la dignidad.

Antes el problema era el amor, ahora el problema es amar.


@paochaljub

DE BOBBY DELGADO PARA LA CIUDAD


Justo cuando la inercia, la pesadumbre y los mismos rostros arropaban las noches en Santo Domingo, una voz bohemia me devuelve la fe y me recuerda que no todo está perdido.

Llegué arrastrada por la rutina, con el paso cansado de desandar una ciudad que cada vez se vuelve más gris, más difícil de transitar entre el ruido del dembow y la mala cara de la gente que en estos tiempos vive, si es que a eso se le llama vivir, escasa de música y abundante en violencia. Agotada del rumor de las mejor y  peor vestidas, el grito de guerra trujillista del bachatero y más de lo mismo en la política nacional, terminé la noche del viernes entre amigos en Casa de Teatro.


Tocaba Bobby Delgado, de quien apenas conocía algunos temas, reconocía su trascendencia incuestionable que le concedió el honor de abrirle el espectáculo a Sabina y Serrat el año pasado y no pasaba yo de haber leído excelentes referencias de su música en las redes sociales. Amigos que ya conocen de su trabajo me habían comentado del encanto de este joven artista y la misma falta de fe en lo que ofrecen algunos nuevos talentos vendiendo falsos valores, ocultos tras una imagen distorsionada de su realidad y la arrogancia que los opaca, no me permitieron el chance de conocer su propuesta antes.

El misticismo de Casa de Teatro, un ambiente que respira cultura y gusto depurado entre la mezcla bohemia y vivaracha de gente joven, que se mueve por razones sociales, que alza su voz y se expresa, que canta, que lee y que escribe y aún siguen siendo divertidos; de esos que pensé que ya se nos acababan o que las madres dejaron de parir en tiempos de Caamaño y de Manolo. No en vano, Casa de Teatro se ha convertido desde hace muchos años en la casa de los artistas, acogiendo a talentos como Bobby Delgado, dueño de un extraordinario histrionismo tan fluido y natural como el fino sarcasmo en las letras de sus canciones y cobijando a gente ávida de escuchar buena música con cierto sentido social, guardando la esperanza de que sea refugio de almas bohemias por muchos años más.

La ciudad y su gente piden a gritos un equilibrio en todo. Al menos una dosis de aquel difícil equilibrio que sólo los más despiertos y nobles consiguen y que ha hecho fracasar en esa búsqueda inútil y afanosa a tantas causas, presas de los excesos y los extremos. Bobby Delgado y Casa de Teatro son precisamente ese equilibrio que necesitamos para no morir asfixiados entre la moda, lo superficial y las distracciones.

Entre “Soy un corazón tendido al sol” de Víctor Manuel, remontándose con mucha dignidad a “Lágrimas negras” del legendario Trío Matamoros y su infaltable “Dígame usted por quién votar”, Bobby Delgado arranca aplausos merecidos y de paso le hace el favor a la ciudad y sus noches de retornarle un poco la fe perdida a los dominicanos. Batalla nada fácil de librar en estos tiempos.

Por algún viernes deje las tragedias condenadas en un cajón trabado, permítase el lujo de darse un poco más de Bobby, un poco más de Casa de Teatro para sacar a pasear el espíritu bohemio que todos llevamos dentro, que se viste de sonrisas, de buenas acciones desinteresadas, de saludable desenfado y que ciertamente hace más feliz a la gente. Seguro allá nos vemos y el ánimo nos obliga dulcemente a compartir una sonrisa.

@paochaljub

sábado, 13 de abril de 2013

ENTRE EL DEBER Y LO HUMANO


Dónde empieza o dónde termina la labor de un periodista?, hasta que punto debe involucrarse en un caso?, cuántos detalles son suficientes o hasta donde lo permite la prudencia y el respeto? Sólo algunas de las preguntas constantes que atacan a un periodista cuando ejerce su profesión.

La primicia y la audiencia son el motor de los medios noticiosos y solamente un periodista conoce del proceso que conlleva perseguir la noticia, difundir una intervención, a veces breve y otras no tan breves, con el único fin puro y limpio de informar a la ciudadanía. Denunciar los hechos que afectan a una comunidad y servir de enlace entre los que no tienen voz y los que toman decisiones. En teoría, suena sencillo y pareciera un oficio ajeno a los sentimientos y a la parte humana que habita en el ser y que es capaz de tocar las fibras de la sensibilidad, las lagrimas y la inevitablemente humana sensación de ponerse en el lugar del otro, cada vez que el periodista encuentra y trabaja la noticia.

Los tiempos han cambiado, con ello el público lo ha hecho también y de unos años a la fecha se ha vuelto más exigente y demanda más rapidez en las actualizaciones. La gente ya no sólo espera que llegue el periódico para informarse sino que tiene en sus manos redes sociales y diarios digitales que le permiten estar al tanto de todo lo que pasa aquí y en el mundo literalmente en tiempo real.

Esa avidez de información y la agilidad de los hechos noticiosos han cambiado también al periodista. Lo han obligado a despertar, a pelear su noticia y a mantener los ojos abiertos porque hasta la respiración puede generar una historia. El ritmo acelerado de la vida y la diversidad de personas con distintas calidades le hacen mella a la capacidad de asombro de los profesionales y llegan a perder de a poquito la sensibilidad.

Irónicamente ahora, cuando más necesitamos de actos de nobleza y de entrega desinteresada para cambiarle el rumbo al mundo, la tecnología ha pasado a ser de una poderosa herramienta de masas hasta volcarse en contra de la humanidad para exhibir actos de violencia desgarradora, muertes, cadáveres y toda una serie de imágenes que pujan para ganar el primer lugar entre las más sangrientas e inhumanas.

Por suerte, aún el instinto humano no se extingue. Queda esperanza de ver luz porque todavía los periodistas y el pueblo siguen apelando a los sentimientos y las reservas de respeto al dolor ajeno. Seguimos siendo capaces de llorar las penas juntos y reír las alegrías cuando la vida marca el ritmo del son.

Quedó demostrado que cuando se pierde una vida el show no está obligado a continuar y que la audiencia tampoco lo justifica todo. Cuando el deber y las tareas nublan la conciencia y la parte humana de los profesionales de la noticia, salen de vacaciones, quedan los televidentes, los lectores, a quienes llegamos a través de los medios, para recordarnos que trabajamos a su merced.

Este domingo se perdieron dos vidas de jóvenes pilotos prometedores de la República Dominicana, pero también nació la solidaridad en todo un pueblo que se unió para expresar su repudio a continuar con un show aéreo manchado de sangre apenas sin comenzar. Actos así de espontáneos que denotan calidez humana son los que salvan la profesión y brindan aliento a los que aún creemos en el valor de la vida y en hacer las cosas con el corazón. A fin de cuentas, vamos redactando el libro de la vida y sólo nos salva el amor.

DESPUES DE LA TORMENTA


Si desafiamos la insalubridad del salami, abusamos de la moringa, endulzamos el café con azúcar y arena y le ganamos la apuesta a los mayas, no es verdad que el caos de la Semana Santa, ni las habichuelas con dulce en cantidad industrial, puede ser una amenaza seria para nosotros. Los años, el fatídico conteo de víctimas mortales que cobra el asueto, las autopistas repletas y una Semana Santa que empieza cada vez más temprano, hemos aprendido a buscarle la vuelta a la prudencia sin sacrificar la diversión y poco a poco ir bajando el conteo mortal, en nombre de no terminar la fiesta como los monos, a rabazos.

Aquí no sólo se juega pelota con seriedad, entre el plátano power y el ánimo de los dominicanos para hacerle frente a la crisis que vive el país, hemos demostrado que somos un pueblo resistente y que cuando se trata de pasarla bien, nadie nos gana. Quien se atreva a emprender la cruzada de terminar con nosotros debe enterarse que este es un pueblo hecho de acero, fiestero hasta que se acabe el ron, capaz de encontrar el humor en la más engorrosa de las situaciones y dispuesto siempre a sacar lo mejor de cada realidad sin importar lo cruda que sea.

La falta de dinero es la queja constante y el único punto en que coincide un país completo. Pobre, rico, clase media o clase alta, cada uno en su dimensión, habla de precariedades, de recortes y del alto costo de la vida en estos días. A pesar de ello, la cruda realidad pareció congelarse en el tiempo para hacer una pausa en la crisis y vivir la vida en abundancia, desenfreno y aquel desenfado espontáneo que sólo lo ofrece la bonanza cuando el dinero sobra o deja de ser tema de preocupación en una familia, al menos por cuatro días.

Con dinero o sin dinero, cada año todas las familias encuentran la forma de disfrutar los días de vacaciones que aunque inicialmente estaban destinados a la reflexión y al encuentro con Dios, la realidad es que las iglesias acogen cada vez a menos feligreses y las playas, ríos y balnearios siguen abarrotándose más y más. La reflexión, el recogimiento, el rosario y el Padre Nuestro se han mudado para Jarabacoa, Constanza, Terrenas, Punta Cana y Cabarete o en su defecto se llevan a Cristo en el corazón para las piscinas de Roberto o el Piscinazo en Santiago.

Los que se van, los que hacen líos para salir, los que pueden, los que se quedan y los que eligen por convicción quedarse en la ciudad huyéndole al gentío y al molote, descubren el domingo que no se acaba la vida. Que por buena suerte, la Semana Santa con todo su ajetreo tampoco pudo acabar con nosotros.

La misma ciudad que ve a su gente escapar, hoy lunes la recibe con los brazos abiertos, entre tapones, desvíos, mucho polvo, humo negro, carriles cerrados y zanjas a medio terminar pero cada uno de nosotros felices por estar en ella y no ser parte de las estadísticas.

Feliz regreso a la normalidad, al batallar y a la necesaria rutina de echar el pleito dignamente con la vida. Aunque después de la tormenta de Semana Santa no le garantizo la calma, le aseguro que el poder leernos, le paga con creces el hecho de saberse vivo y la posibilidad de empezar a organizar desde ya su escapada en el próximo fin de semana largo.

TWITTER: CERCANIA PELIGROSA


El Excelentísimo Señor Presidente, Jefe de Estado, el hombre al mando de la nación, la placa 01 del gobierno, licenciado Danilo Medina, es simplemente Danilo. La Vicepresidenta, doctora Margarita Cedeño de Fernández, es para muchos Margarita, La Vice y en muchos casos hasta Margó. La magistrada fiscal del Distrito Nacional pasó a ser Yeni Berenice y a la figura formal del Procurador General de la República se le omite la solemnidad y se le llama Domínguez Brito y a veces hasta Francisco. Ni hablemos del respeto que debe inspirar un ex mandatario de una nación si al doctor Leonel Fernández le llaman desde Leonelito hasta El Príncipe, por no abundar en detalles y dejarlo de ese tamaño.

Esa informalidad que nos acerca tanto y cobija un trato tan familiar como de amigos íntimos, se le debe a Twitter. Millones de usuarios en línea, siguiendo a grandes personalidades del medio político, jurídico, artístico, activistas, periodistas nacionales e internacionales, con la libertad de enviar mensajes, a veces con suerte interactuar con ellos y difundir información colocada por las mismas estrellas en la red.

En el patio, a nivel local, Twitter es el escenario de aquella cercanía con el pueblo y también de muchos desaciertos. Desde las faltas ortográficas en un tuit de El Cardenal, el fallo del primer tuit del jefe de la policía, una presentadora engañada por un apuesto pero falso hombre, los chismes entre las mujeres del medio y hasta los suspiros que roba El General del Amor. Todo colgado en las redes, a la distancia de un click y visible para todo el que quiera leerlo.

Puede no gustarle, puede negarse a usarlo pero hay que reconocer que Twitter se ha convertido en un submundo útil pero igual dulcemente peligroso. Un diario de vida que en cualquier momento puede hasta ser usado en su contra porque refleja, en muchos de los casos, la esencia del ser y el desahogo de la personalidad. Una herramienta fabulosa que ha demostrado con hechos el enorme poder que tiene cuando se trata de convocar, de movilizar y de reivindicar luchas.

Pero esa peligrosa cercanía que nos pinta a los artistas y a los políticos tan cotidianos y nuestros, que da la falsa sensación de familiaridad y que resulta en ocasiones tan permisiva que raya en lo ofensivo, puede convertirse en un arma de doble filo para seguidores y seguidos.

Un error tan ortográfico como histórico y la distancia en términos de tiempo entre Francisco del Rosario Sánchez y Juan Sánchez Ramírez puede costarle muy caro entre los tuiteros, que somos, y me toca incluirme aquí, críticos ácidos por excelencia. Pero en la misma medida, la soberbia y la prepotencia en mayúsculas no han sido nunca las mejores amigas a la hora de responder un tuit donde debe reinar la humildad y la diplomacia a un seguidor que aportó su voto para hacerla la segunda persona al mando de una nación.

Recuerde que todos fuimos Hi5, todos pasamos por Facebook y que la permanencia en Twitter no se compra con seguidores fantasmas o “huevitos”. Se les debe el favor y el agradecimiento a los seguidores que nos conceden su paciencia, tiempo y dedicación desinteresada para leernos, retuitiar, soportar el lapsus de una asistente perdida en el tiempo y la historia y la prepotencia innecesaria en una respuesta poco diplomática e injusta a un seguidor que a fin de cuentas todos sabemos que NO es su compadre. Apuesto mis valiosos seguidores a que la diplomacia y la altura no le fallan si el tuit viniera de alguna cuenta verificada. Bájele algo, mi vice! Así no, Margó!

SEIS DISCURSOS AL AÑO, PRESIDENTE.


La sensación de desamparo y de patria que anda huérfana de dolientes se dispersó el pasado 27 de febrero cuando el Presidente Danilo Medina pronunció su discurso de rendición de cuentas en el Congreso Nacional.

Si falta luz en el país, no importa porque la lucecita de esperanza que faltaba en los barrios se encendió con las palabras del mandatario luciendo enérgicamente sus aportes; los miles de millones de pesos y las astronómicas sumas que casi causan mareo en quienes a esa hora no tenían los cheles para comprar la comida de ese día, nos hizo olvidar el hambre y el desempleo que aniquila los sueños de miles de dominicanos; los logros de esta gestión con apenas seis meses de gobierno nos hizo sentir a todos que como país avanzamos, a pesar de tantos hombres matando mujeres y asaltos a plena luz del día.

No estoy segura si el humilde acento sureño o la forma tan llana de Medina es la que ha conquistado al incrédulo pueblo pero lo cierto es que ese miércoles casi todos terminamos danilistas y con la esperanza en alto. Así como cuando hasta la poca destreza leyendo en el prompter le lució al Jefe de Estado y la diferencia entre Medina y Leonel Fernández obligó al pueblo a compararlos.


Por vez primera en mucho tiempo un aire de esperanza se asomó y a diferencia del 16 de agosto del pasado año cuando Danilo asumió el poder, esta vez procuró no dañar el momento con anticuados decretos nombrando y moviendo los mismos nombres en desuso y llenos de decepción que le bajaron la nota a los dominicanos. El discurso lo dejó tan bien parado y con tanta aceptación entre la gente que resulta conveniente que el Señor Presidente siga disfrutando de esa luna de miel que no tuvo en agosto.

Al parecer hay voluntad de hacer las cosas bien y quizás de hacer lo que nunca se ha hecho, aunque los ministros derrochadores y los legisladores que aprueban leyes sin leerlas se empeñen en hacer lo contrario. Cierto que ya tenemos el reñido 4% que corresponde a educación, que el mismo Danilo Medina emplazó a la Barrick Gold para que se revise el funesto contrato que sólo ha brindado pérdidas y desventajas a la nación y que el macabro plan que se gestaba en Bahía de las Águilas ya es parte de la historia. Todas victorias para el país, para los dominicanos y de paso para la imagen del mandatario.

Queda cruzar los dedos para que con los acostumbrados cambios en el tren gubernamental el Presidente no dañe lo que tanto esfuerzo le ha costado lograr y lo que con su constancia y coherencia se ha ganado. Recordarle también que el pueblo le ha otorgado el beneficio de la confianza a él pero que ése es un carnet que hay que renovarlo todos los días con hechos.

Si un discurso tan rico, tan aterrizado y humilde, ha sido capaz de brindar esperanza a los dominicanos y a hacerlos sentir acompañados en la travesía, no estaría mal que lo repita al menos cada dos meses. Eso sí, sabiendo Danilo Medina que con sus palabras se emplaza a sí mismo a seguir haciendo las cosas bien.










LA MEDIA HORA MAS LARGA DE MI VIDA


Treinta minutos tardé exactamente en llegar a mi casa. Treinta minutos que parecieron una eternidad. La tarde del jueves que se portaba complaciente, a pesar de tener el carro en el taller por segunda vez en un mes, había alcanzado para hacer todas mis diligencias, logré zafarme de los tapones en las grandes avenidas, almas generosas se habían encargado de trasladarme cómodamente y el tiempo alcanzó hasta para una charla y café con mis hermanas.

Marcando casi las seis de la tarde de aquel casi perfecto jueves, decidí jugármela y llamar un taxi para llegar a casa. Quizás no era la salida más cómoda para mí, pero sí la más justa para los que me habían servido de chofer hasta ese momento y que merecían un descanso. Entre lo práctico de no tener que manejar y la destreza de los taxistas para evitar tapones y semáforos, la idea puesta de esa manera no sonaba tan mal. La flojera que provoca montarme con un completo extraño se disipaba con el consuelo de llegar rápido a casa y encontrarme con mis hijos y mi familia. Aunque por poco y no llego.

La pesadilla empezó desde que abordé y saludé gentilmente y su respuesta fue el silencio. Debí bajarme, debí hacer caso a la intuición que me susurraba al oído que me encontraba frente al máximo altar a la mala educación. Bastaba con verle la cara de pocos amigos al taxista para concederle la razón a aquella corazonada.


Nos recibe el tapón de la Kennedy, como un presagio de lo que estaba por venir. Sin música de fondo, más que los bocinazos que pegaba aquel muchacho, los improperios que gruñía entre dientes y que gritaba con rabia a los conductores, con el cristal siempre abajo, como para evitarse la fatiga de estar constantemente abriendo las ventanas para agredir verbalmente a quien se metiera en su camino.

Con una agilidad casi acrobática se las iba arreglando para no cederle el paso a nadie, cerrar el camino sin distinción alguna de hombre o mujer y cuando fue necesario, en tres ocasiones, tirarle el carro encima a otros choferes como en venganza por haber logrado colarse y tomar ventaja de la distancia de un vehículo…tremenda ventaja!

Entre malas palabras, la amargura de un hombre oxidado, los frenazos que intentaban aturdirme y mi arrepentimiento que casi me obligaba a bajarme en la primera esquina y tomar otro taxi o caminar si era necesario para sacudir aquella energía negativa que intentaba nublar mi existencia.

La cosa llegó dónde iba cuando por escasos centímetros una camioneta que cambiaba de carril casi le choca el Toyota al taxista, que como si se tratara de una lucha personal, vilmente le cerraba el paso. Intentó sacar una pistola mientras frenaba de golpe y amenazaba al chofer vecino con darle cuatro plomazos.

Si de algo yo estaba segura es de que ese día yo no salí con planes de matarme, muchísimo menos en una pendeja discusión por un carril en una vía pública y por supuesto que se lo dejé saber de manera muy enérgica.

A él le costó bajar la marcha, calmar la actitud y cambiar de tema con su clienta. A mí, me costó el sobresalto de chocar de frente con la triste cultura de violencia que nos arropa en todos los niveles y que parece ir ganando la batalla. Por suerte, antes de finalizar esa semana conocí a Erick, un taxista decente, conversador, del escaso grupo de los que ceden el paso y él se encargó de reivindicar la imagen de sus colegas y borrar aquella amarga experiencia de mi memoria.

martes, 19 de febrero de 2013

HASTA QUE TOQUE SU PUERTA


Con once años y ya se desprendió de parte de su ser. Víctima muchas veces no sólo de un monstruo vestido entre los humanos, también paga el precio de la ceguera selectiva del Estado, del oscurantismo en pleno siglo XXI, de una sociedad que aún se rige por lo que dicta lo divino y se hace de la vista gorda con la realidad que estremece a los mortales en esta dimensión.

Lucecita es una niña, que debería estar jugando vestida de inocencia y adornada de ingenuidad. En su lugar, lucha por rebasar una fuerte infección contraída después de alumbrar un bebé sano de 4 libras, fruto de una violación por parte del esposo de su hermana, que abusó de ella quién sabe cuántas veces y que por poquito le cuesta el útero o pagar con su vida. La familia de la niña, no supo de su embarazo hasta bien avanzada su condición porque el agresor amenazaba con matarla.

Justo cuando creemos que se agotó nuestra capacidad de asombro, un hecho como éste sale a la luz pública para cubrirnos con un manto de indignación, de pena que hace llorar hasta el alma, de miedo porque no sabemos el rumbo de la sociedad y vamos a la deriva y cortos de esperanza, de asco por saber que entre nosotros habitan bestias que son capaces de dañar un angelito de esa edad, de incertidumbre por cuidar nuestros hijos y por si fuera poco, sumado al desamparo que se apodera de nosotros, sabiendo que no contamos con legisladores que nos representen dignamente, que de manera tan torpe levantan la mano con más miedo que vergüenza en su afán por defender lo que dicen las escrituras y apartando el oído del corazón de la gente.

Las leyes dominicanas obligaron a Lucecita a dar a luz, a ejercer una labor que está exclusivamente reservada para las mujeres, no para las niñas, sin importar que dichas leyes, tan geniales como absurdas y obsoletas, pongan en juego la vida de una niña que apenas emprende la jornada del vivir. Los códigos aprobados por nuestros honorables legisladores prohíben el aborto hasta terapéutico sin dejar ni una brecha mínima para piedad alguna.

Bien vale la pena recordar la recomendación que uno de ellos, con actitud de falso iluminado, hiciera a las mujeres que necesitaran realizarse un aborto. Tan sencillo como la matemática de 1, 2, 3, bastaba con rodar unos cuantos peldaños de cualquier escalera y listo, según el diputado, el trabajo de un médico especialista como por arte de magia ya estaba realizado. No decido que asombra más, si el derroche de ignorancia, la osadía del honorable o saber que ese mismo diputado deber tener una madre, una esposa y probablemente hijas.

Aparentemente, el Estado y sus representantes se sienten intocables. Sin saber que una tragedia como la de Lucecita le puede ocurrir a cualquiera, hasta a ellos mismos. Lucecita somos todos. Las leyes están ahí, los legisladores también, ojalá no esperen que otra Lucecita toque su puerta para finalmente empezar a trabajar por el bienestar de una nación. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


El sonido de una motocicleta cuando cruzamos la calle que nos pone en una alerta que raya en el pánico; esperar lo peor cuando un rostro poco familiar se acerca a saludar; el escepticismo que se adueña de nosotros cuando un extraño pide referencias de una dirección; la incómoda extrañeza de una mujer cuando un caballero le abre la puerta; la franca negativa de la gente a recibir cualquier papel en la calle y el justificado desplante a quien cumple con su labor de entregarlo. El sentir es general. El hábito de los buenos modales se está perdiendo y con él, la costumbre de bien recibirlos.

Se dice que la primera víctima en toda guerra es la verdad. Por lo que se ve, podría decirse que la primera víctima de toda crisis económica, y el estrés que ella provoca, son los buenos modales.

Cada vez se vuelven más escasos los gestos de amabilidad y la prisa de la vida parece llevárselos de encuentro entre obligaciones, la lucha por el dinero, la competencia entre unos y otros por llegar primero, el pulso por medir quién tiene más y el excesivo protagonismo que persigue la gente en todos los niveles, ambientes o clases sociales.

Abrirle la puerta a un desconocido o ceder el paso a quien se desmonta de un ascensor parece casi un imposible, a veces no sólo víctima de la mala educación sino también por la falsa convicción de que ya no existe quien aprecie esos gestos. He sido víctima de gente que casi atropella para lograr salir primero del elevador.

Ni hablar del valor de los saludos. Que le retornen un “Buenos días” requiere de repetirlo dos veces o más hasta que la otra persona caiga en cuenta de su falta y entre dientes le devuelva el saludo o con la mejor de las suertes, con humildad acepte su despiste y retribuya el gesto.

¿Lo peor? La falta de modales se ha vuelto una constante en los hombres, los caballeros empezaron a escasear y las damas ya se van a acostumbrando a la dejadez y el dejar pasar. ¿Lo alarmante? Que los hijos de ahora están siendo víctimas, sin saberlo, de la mala educación de los padres que se hacen de la vista gorda con detalles tan pequeños como no respetar el orden de una fila.

Nada es capaz de despertar más ternura y compasión que una embarazada, hasta que le toca cruzar una avenida congestionada. Sin distinguir guagüero, mujer al volante, chofer de Mercedes Benz o funcionario con placa de dos dígitos, la mujer esperará hasta que un alma noble y también educada, reduzca la marcha, frene y entre bocinazos e improperios del chofer de atrás, le ceda el paso para cruzar.

Que no se pierda todo. Empecemos a poner en práctica los buenos modales, la costumbre de ceder el paso, de las gracias y el por favor, de saludar, de despedirnos, de sonreír, de tolerar, de halagar sin intereses ocultos, de expresar amor y no guardar cariño para después, de hacer feliz a los demás y aporte su cuota de armonía al mundo, que tanto lo necesita.

sábado, 26 de enero de 2013

DE PISTOLAS, SOLDADITOS Y REJAS


A mis seis años le rogué a mi papá para que me comprara un maletín de doctora. Lo recuerdo al detalle como si fuera ayer, plástico blanco con una cruz roja en la tapa, estetoscopio, jeringa, una lupa, un martillito de esos cómicos que siempre se ven en las películas para probar los reflejos y un par de utensilios más igualmente en plástico.

Cuando por fin logré convertirme en la Doctora Paola y escaseaban los voluntarios que se prestaran a seguir el juego de mis fantásticos diagnósticos, entonces me faltó el paciente y un muñeco Minene salvó el hospital que funcionaba en mi imaginación.

A los siete, la sensación era Barbie. La muñeca de medidas perfectas, melena envidiable, piernas kilométricas, cuerpo tonificado, imborrable sonrisa y con el novio perfecto que ni el más fuerte de los vientos era capaz de despeinarlo y de estilo inigualable.

Nuevos aires tecnológicos soplaron y el Nintendo apenas se asomó se adueñó de nosotros. Las largas tandas de diversión al aire libre, en la acera, en casa de la vecina o la escalinata de la iglesia del barrio las condicionaban las horas de luz que mandaba la CDE de aquellos tiempos. Rescatamos una princesa, le llenamos la panza de guineos a un primate insaciable, vencimos al enemigo en sangrientos y mortales combates y un fatality que le sacara los sesos y le arrancara la cabeza de tajo al oponente en el historial de juego despertaba noble admiración y respeto en el grupo.

Sobra decirles que no me hice médico y tampoco enfermera, de Barbie guardo muchos libros y libras de distancia y estoy más que lejos de las medidas en su avispada cintura. Por suerte, tampoco terminé volando cabezas y muchísimo menos entre sangre ni sesos. De mi generación, aquella de las Barbie, Minene y los Nintendo, ninguno de mis compañeros ha hecho domicilio ni en La Victoria ni en Najayo y a la fecha no he visto el rostro de alguno en las noticias porque haya muerto en un intercambio de disparos con la policía.

A muy corta edad descubrí que mis padres debían hacer magia para convertirse en Reyes Magos para que yo mágicamente me topara con regalos debajo de mi cama. La desilusión no me mató ni despertó el rebelde sin causa que habita en mí.
Ahora tenemos ilusión, protegemos ese mundo de cristal con recelo para nuestros hijos, rompemos brazos en una juguetería para ya no sólo dejar en enero sino también premiar en Navidad, existe el control parental en televisión, cambiamos armas por juguetes, las pistolas de mito dejaron de ser divertidas y de repente los juegos de cocina se quedan en los anaqueles por el temor de criar niñas sumisas.


Con tanto esfuerzo y afán duele toparme, como efectivamente me ocurrió hace unos días, con 13 niños hacinados en una cárcel de un tribunal, esperando ser juzgados por “cosas de la vida”, mientras otros cuatro más llegan esposados de par en par. Detrás los padres con el rostro que dice a gritos sin hablar “en qué fallamos?”.

A mis 14 estrenaba el primer beso. A sus 14, Yan Carlos llora por un dolor de muelas y como todo niño clama por su mamá, que impotente y entre lágrimas lo consuela desde el otro lado de las rejas.

“Los niños nacieron para ser felices” José Martí.

viernes, 25 de enero de 2013

EL AMOR SIEMPRE PENDIENTE


De adolescentes se creen haber agotado todas las reservas de amor verdadero. Las películas, los libros y los cuentos de hadas se han encargado de fijarnos la falsa idea, especialmente a las mujeres, de que el primer amor es el inolvidable querer de toda la vida. El estreno de una ilusión, el tímido apuro del primer beso y hasta la afanosa y sin sentido primera discusión hacen que aquel torpe e inocente noviazgo cobre importancia y sea recordado con cariño por muchos años más.

Sin embargo, son la madurez, las experiencias y hasta la buena suerte del destino que se encargan solitos de presentarnos la realidad del verdadero amor que dura toda la vida. Un sentimiento más puro, más fino, más acabado, detallado, exquisito, capaz de soportar los asaltos del tiempo con todas sus situaciones y carente de ánimo para imponer condiciones.

Resulta chistoso, a veces irónico y muchas decepcionante, para las que anhelan ser flechadas por Cupido, ver películas de amor con dramas tan divorciados de la vida real y sin esperanza, al menos cercana, de ser protagonistas de alguna historia rosada y perfecta, sin saber que el amor del bueno, puede que tarde en llegar pero jamás falla en su entrada.

A los veintiséis o a los treinta y dos, en enero o en noviembre, tarde o temprano todos nos dejamos seducir por sus encantos y nos sometemos sin resistir a la eterna luna de miel de mirarse en los ojos del otro, de las manos que se buscan y encajan perfecto, del cómodo abrazo protector, de los dulces besos que parecen haber nacido desde siempre en su boca y los te amo que se dicen sin miedo porque se saben correspondidos.

No hacen falta años, sobran los días y poco importa el tiempo para quienes están destinados a amarse desde el primer día y hasta siempre. Las pausas se vuelven insignificantes, dejarse de ver resulta inútil, la distancia irrelevante y los pretextos resultan baladíes cuando dos almas que nacen para estar juntas se vuelven a encontrar. La chispa del amor verdadero se enciende como la primera vez, la felicidad se asoma sin remedio y entonces los años, los días, el tiempo, las pausas, la distancia y los pretextos despiertan, importan y juegan las cartas para que dos corazones ausentes y fuera de forma se vuelvan a amar como los que nunca se han ido, se valoren y se sigan amando.

Puede que el amor de su vida le brinde la oportunidad de reencontrarlo pero puede que no le permita el lujo de perderlo otra vez. Puede que soporte distancia y que supere todas las pruebas, pero cuando el corazón dicta amar, lo mejor es obedecer y jugar el más serio de los juegos de entregar sus sentimientos a quien las maripositas en el estómago y el temblor en las rodillas le susurran que es el indicado.

Cada quien guarda su historia de amor, los dichosos la viven y los que esperan, no pierden el aliento de renacer entre abrazos, besos y caricias. Si la tiene, disfrútela, atesórela, cuídela con esmero y vuelva a enamorarse todos los días de su vida. Si aún no la tiene, guarde sus esperanzas, sonría, disfrute el viaje y téngale paciencia al ocupado Cupido. Cada uno de nosotros es merecedor de la más bella película de amor, digna del más elevado de los premios.