martes, 29 de mayo de 2012

EL FIN DE LO INTERMINABLE


Lo que parecía no tener fin llegó a su último día y sobrevivimos. Cuando pensamos que la campaña política nos comía vivos a todos, que los tapones en las avenidas iban a ser eternos, que el sueño profundo sin el estruendo de una peinadora era cosa del pasado y cuando ya casi lográbamos acostumbrarnos a la programación en televisión saturada hasta la coronilla de comerciales proselitístas, por fin llegamos al cierre de campaña de este proceso.
Entre jueves y viernes, la ciudad lució su mejor traje caótico y nos recordó a los pobres infelices conductores que nunca es demasiado cuando la política se tira a las calles. Intransitable es una seda de miel para describir lo que vivimos en esos dos días en la ciudad de Santo Domingo y en la mayoría de las ciudades del interior.
Sin embargo, entre caos, bullicio y promesas, el panorama se elevó al máximo nivel de color de pueblo. Cuando se trata de ponerle pasión a las cosas, especialmente en pelota y política, sin lugar a dudas los dominicanos nos robamos el show y cargamos con la corona.
Entre jueves y viernes, todo el que nunca salió a caravanear tomó las calles y el que no salió, por lo menos se dejó ver sutilmente el refajo; el vecino que nunca sacó su bandera aprovechó justamente el día de cierre para lucirla; la creatividad del dominicano pasó la prueba de fuego cuando se trató de ridiculizar al oponente y ensalzar su candidato; escobas, palas, un ataud, ollas, sartenes, lo que sea que usted pueda imaginar tuvo ese día un sentido político único; las redes sociales congestionadas entre quejas por las calles entaponadas, por el desorden ajeno que molesta y por el musicón del partido contrario.
Más allá de la guerra entre encuestas y sondeos, este año los dos partidos mayoritarios se jugaron la faja en los efectos especiales y jugando a encantar, y de paso tambien enganchar, a los infames indecisos con coloridos globos, desfiles de helicópteros, aviones, hombres en zancos y un hermoso zepelín que atontaba al más despierto.
Los personajes pintorescos que se vieron allí, se encargaron de hacernos olvidar la compra de cédulas y el derroche de miles de millones de pesos que en lugar de estar destinados a educación, salud, envejecientes o quien sabe...hasta a los cañeros aquellos que reclaman su pensión, fueron festinados en la kilométrica campaña. Para alegrar la nota se vió la doña con las medias de mallita que baila, los muchachos de los redoblantes, el enérgico compañero que se encarga de recoger la gente del sector, el que reparte el pica pollo y el borracho que se le bebió el romo a los dos partidos.
El viernes faltando quince minutos para las doce, un horrible estruendo de fuegos artificiales me despertó como un grito de guerra que marca el inicio del bombardeo y en lugar de molestarme por haberme parado de la cama y haber interrumpido el sueño de mi pequeña, me alivié, miré al cielo como dando gracias y sonreí victoriosa porque supe que había llegado al final y que estábamos más cerca del lunes 21. Que siga la vida!

sábado, 19 de mayo de 2012

LOS CAPRICHOS REALES DE LA NATURALEZA

Dicen que la naturaleza es caprichosa y este año asi lo hemos confirmado. Enero empezó literalmente movido, con temblores de tierra que nos pusieron a hablar del triangulo de la vida y que lograron crear conciencia de la importancia de dormir con ropa. Cuando se suponía que ya el fresquito del simbólico invierno de nuestro país era cosa del pasado, en pleno febrero muchos ni siquiera encendimos el aire acondicionado. En marzo, iniciando la primavera, el calor aún se asomaba tímidamente y con cierta decencia. En abril, la Madre Naturaleza nos refrescó la memoria de lo agobiante que es el calor en esta isla. No así mayo, que ha entrado tan lluvioso como todos los años y con días tan calientes como frescos.

Pareciera que la naturaleza nos ha hecho un favor con tantos meses de brisa fresca o que a partir de junio nos pasará factura con un clima que promete ser intesamente caliente. Lo cierto es que el cambiante estado parece decirnos a gritos que como planeta andamos mal y que los cambios climáticos, lejos de favorecernos nos afectan a todos los seres humanos.

Igual de generoso y largo como ha sido el fresquito con nosotros, en esa misma medida vendrá el verano con sus abanicos, con las altas facturas de electricidad por el uso prolongado de aires acondicionados, con las playas abarrotadas, con las piscinas plasticas en medio de las calles, con los infartos, con el yun yun y el frío frío y con las añoranzas inútiles de que vuelvan los meses fríos, sin caer en cuenta que ahí no mandamos nosotros. Somos peones de la naturaleza y en el afán de poder de los seres humanos, hemos perdido de vista ese aspecto.

La reflexión sobre los cambios en el ambiente ha tomado años y esfuerzo para que los habitantes de la tierra logren entender mínimamente la importancia de cuidar el planeta. Documentales, charlas, campañas de concientizacion, educación en las escuelas que habla de los daños irreversibles al medio ambiente, el uso desmedido del agua, la contaminación en sentido general, la deforestación, la importancia de cuidar las selvas y el verde del planeta, y los efectos de la matanza de animales alrededor del mundo con fines de utilizar sus pieles, pelaje, colmillos o como simple y pura práctica cavernaria o de tiempos medievales.

Una tarea nada fácil, aquella de lograr que se entienda que lo que tenemos hoy puede que no esté mañana. Y no es para menos, porque todo apunta a que las agresiones al medio ambiente no tienen que ver con estatus social, raza o color de píel. O al menos así se confirma cuando se lee en la prensa que el Rey Juan Carlos, figura emblemática y de respeto de la realeza, sufrió una lastimosa caída que le fracturó la cadera en tres partes, porque al parecer las noticias y las campañas a favor del medio ambiente no le llegan hasta el Palacio de la Zarzuela y a sus 74 años de edad decidió salir de safari en Botsuana a cazar elefantes.

Por suerte, queda la reflexión completa y Su Majestad ha confirmado la teoría de que nadie pasa con ficha, es mas o menos lo que deja dicho la ley del karma, que habla de causa y efecto y que puede ser fielmente aplicada a los humanos y la naturaleza. Sino pregúntele a los elefantes en Africa, que han de estar muertos de risa mientras el Rey se recupera en España de una fractura y de ser blanco de verguenza mundial.


domingo, 6 de mayo de 2012

EL FMI NO SABE LO QUE ES VIDA


Entre un ciclo y otro de la lavadora, ella me dice que sabe de todo. En mayo del año pasado, para el dia de las madres, con sólo doscientos pesos logró comprar flores para elaborar cinco arreglos que vendió ese mismo día; ha leido libros de medicina naturista, se siente en plena capacidad de preparar remedios y sabe leer la taza; hizo un curso de masajes y brilla ollas como nadie a pesar de que se le zafa la muñeca de vez en cuando; macramé, costura, colchas, cortinas, muñecas sin rostro, manualidades y cuando se apretó, aún mas la situación, fue capaz de pegar blocks en una construcción y limpiar tumbas en un cementerio. A sus 56 años, no se detiene y cada sábado asiste a clases de pintura.

En esos mismos días grises cuando el cielo no decide su matiz, una niña de 10 años, ante mi pregunta de por qué no fue a la escuela ese día, responde que tuvo que despertar a las 5 de la mañana para ir con su mamá a tomar un turno en "El Angelita" y que un médico pediatra le revisara los resultados de unos análisis. Sin parar un segundo me sigue contando que por mala suerte, hubo que tomar la muestra de nuevo y tendrá que repetir la misma rutina madrugadora la próxima semana. A modo de desahogo se queja conmigo del hambre que le atacó en plena diligencia pero victoriosa y con una sonrisa sobrecargada de inocencia me habla casi derretida de los exquisitos yaniqueques que vende una señora en un puesto cercano a la casa. Y eso, al final de la tarde, entre el paseo y el manjar, fue prácticamente la recompensa del día.

Del otro lado de la ciudad, una mujer de 60 años, madre soltera de tres hijos adultos, vive de una pensión que le corresponde por más de 30 años de labor intachable en una oficina del Estado, que a duras penas le alcanza para mal comer y más nada. Con el rostro cansado, el pelo poblado de canas y con ojos intensamente azules que hablan de la belleza en sus años de juventud, dejó de trabajar y se dedicó a cuidar a su madre de 94, paralítica, senil y con la terquedad infantil que regala la vejez y a su hijo de 30 y algo, con la condicion especial de Sindrome de Down. Las adversidades le han concedido la dignidad para no terminar en la calle pidiendo y de paso hasta la fuerza fisica de un hombre.

Mientras tanto, y como enajenados de la realidad, el Fondo Monetario Internacional ocupaba los titulares de los diarios del mundo con una preocupación sentida de que la gente viva más de lo esperado.

El FMI habla de lo que los economistas llaman "riesgo de longevidad", de la amenaza que representa el hecho de que el promedio de vida aumente y lo costoso que sale aquello para las finanzas públicas, lo que me hace pensar en las vergonzosas pensiones que se asignan a la gente del pueblo, sino que le pregunten a la mujer de 60 que hace magia para comer con lo que le sale de pensión.
Llegan incluso a proponer el retraso de la edad para jubilarse y de inmediato pienso en los cañeros que sin perder las esperanzas siguen piqueteando el Congreso Nacional para ver si por un golpe de suerte terminan de pagarles su dinero y dejan de morir en la pobreza extrema o por falta de recursos para comprar medicamentos.

Por eso mientras el FMI habla de vida, me pregunto qué vida? Si ellos no saben de vida. Lo único que nos salva es la esperanza, por suerte esta gente la mantiene viva, han aprendido a echar el pleito dignamente y a ser felices por encima de todo, y eso debe molestarle mucho al FMI porque nos hace vivir mas. La próxima vez que cante cumpleaños feliz y desee muchos años más, piénselo bien!...una parte del FMI y Christine Lagarde debe sufrir ese canto.

sábado, 5 de mayo de 2012

DONDE ESTA LA PAZ?

Como el diablo a la cruz, así le huye la gente a la ciudad cuando llega la Semana Santa. Playas, ríos, montañas, cualquiera que sea el destino, el éxodo empieza desde el miércoles en la tarde y alcanza la cúspide el jueves santo al mediodia cuando las oficinas terminan la jornada de trabajo y los empleados salen como liberados del yugo opresor de la esclavitud para dejar atrás el único lugar que después de todo, guarda un poco de aquello de Santa que solía tener la semana.

Con la excusa de escapar de los tapones, del bullicio, del opaco concreto y el asfalto y en estos días de campaña, del caravaneo y el proselitismo, un gran porcentaje de los dominicanos abandona la ciudad para pasar los días en algún punto del interior persiguiendo la tranquilidad que usualmente brindan los campos, montañas y playas del país, cuando lejos de esa ilusión lo que sucede es que el caos se muda con ellos.
Los entaponamientos, el musicón, las imprudencias, los accidentes, las borracheras, el expendio desmedido de alcohol en los famosos drinks, los pleitos de marido y mujer con botellazos incluidos y la campaña con disco light y funditas disfrazadas de prevención se mudan con los vacacionistas para así prácticamente canonizar por cuatro días al año al caótico Santo Domingo.

Sin las voladoras y los choferes del transporte público recogiendo pasajeros donde le atrape la seña, cualquier trayecto que en días normales le toma una hora se resuelve en quince minutos; las calles vacías con un aire que raya en lo misterioso, como sacado de una película de suspenso; los bocinazos y las alarmas dislocadas dejan de sonar; los ruidosos motores del delivery toman un descanso; la guaguita que anuncia víveres y el que compra todo lo viejo se van de vacaciones y dan una merecida tregua al vecindario del estridente parlante que azota todas las tardes y el ambiente es coronado con un silencio y una tranquilidad que hacen que den ganas de celebrar Semana Santa dos veces al año.

Hipólito y Danilo dejan de ser noticia; no se conoce de encuestas; los sombreros de Margarita toman vacaciones; deja de importar si es Leo Núñez o Juan Carlos Oviedo; los apagones dejan de existir; no se habla de mulas y drogas; Industria y Comercio congela los precios de los carburantes; se olvida por esos días el tema de la corrupción y la vida de los dominicanos se resume a playa, sol, alcohol y comida en cantidades industriales, como si el mundo se fuera a acabar.

Fuera de los fatídicos boletines con el conteo de víctimas que emiten las autoridades y las cadenas de medios que transmiten e informan sobre la situación en toda la geografía nacional, la Semana Mayor nos da un respiro de cuatro días en los que hasta los periódicos dejan de circular. Los canales de televisión alteran su programación y entre películas desgastadas y La Pasión de Cristo, dejan de lado la cotidianidad y se olvidan por un rato las malas noticias, los debates, las opiniones y las novelas.

La desastrosa y cargada ciudad que se transforma en un remanso de paz para los que se quedan en ella se prepara para recibir el domingo  a los miles de vacacionistas que regresan a casa entre tapones kilométricos en los peajes como un presagio de la realidad que retorna. Mientras, los que nos quedamos aquí y nos deleitamos con la despejada ciudad y la utópica idea de lo que pudo ser, anhelamos con ansias que regrese la normalidad con todo y su caos, porque como dicen por ahí, hasta la belleza cansa.