sábado, 20 de octubre de 2012

LECTURA DE LUJO



Hace unos años, mi hermano mayor, Juan Miguel, me aconsejó que leyera todo lo que pudiese antes que llegaran los hijos. En aquellos años, aunque entendí como válida la recomendación, sobre todo viniendo de él, que es padre de cuatro, no logré captar la esencia de sus palabras por aquello de que nadie aprende en cabeza ajena.

Aunque termino mis días agotada entre mis labores a tiempo completo de madre soltera de dos, mi trabajo en televisión y haciendo frente a lo que traiga la jornada, trato siempre de hacer el espacio para la lectura. Ya mucho se sabe del fascinante mundo de los libros y la oportunidad que nos brindan cada vez que entre páginas viajamos a mundos distintos; es la manera más económica de desconectarnos de la realidad, de conocer culturas y nutrirnos de conocimientos desde la comodidad de donde sea que se encuentre.

No asumo la lectura como una tarea y menos como una obligación. Soy una romántica perdida que ama los libros, los atesoro y para mí, visitar una libreria es un viaje místico que envuelve toda la magia del olor a tinta del que carecen las computadoras y el dejarme seducir por titulos que coquetean conmigo desde los estantes.

Entre la vida agitada de mitad de semana, la infame reforma fiscal y la incesante violencia que parece arroparnos con su manto negro decidí tomarme la tarde con Rafael Eduardo, mi hijo de 3 años y aprovechar mientras Sabrina Aimee, la menor de apenas 7 meses, dormía su siesta para salir a comprar libros y darme el gustico de perderme entre los pasillos repletos de letras.

Mi entusiasmo fue doble, por la emoción de elegir nuevos libros y porque la iniciativa surgió de mi hijo, que a pesar de que aún no lee, disfruta y me pide que le lea cada día. En tiempos modernos en que los jóvenes no leen porque les da sueño, les aburre o no le encuentran sentido frente a la tecnología tan atractiva, me alivia y me alienta motivar el buen hábito en mi pequeño.

La tarde nos quedó corta. De repente ya había pasado un buen rato y seguiamos recorriendo todos los pasillos. Mi hijo entre el lobo feroz y dinosaurios y yo indecisa entre Camilo José Cela y Ernest Hemingway. Leí varios libros para él, mientras imaginaba ser un caballero y otras veces un robot y me bombardeaba con la intensa jornada de sus “por qué?”.

El paseo terminó con una llamada desde casa avisando que ya la pequeña me procuraba y la hora de hacer la cena para ellos también habia llegado. Sorteamos tapones para llegar a casa y poner manos a la obra. Entre cena, baños, pijamas, leche, cuentos para dormir y alistar lonchera y uniforme había llegado la hora de entregar el día a la historia y dedicarme unos minutos para leer antes de dormir.

Mi cabeza descansando sobre la almohada, pijama puesta, libro en mano y cual pasajera lista para abordar mi propio avión a un lugar exótico y desconocido del planeta cuando dispuse empezar a leer, el llanto de Sabrina me devolvió de la pista de despegue y me regresó a la realidad. Justo allí le concedí razón a mi hermano y entendí que con las responsabilidades y las ocupaciones, leer se ha convertido en un lujo, que no estoy dispuesta a sacrificar.

lunes, 1 de octubre de 2012

UN HAIVANJOE Y MUCHOS CAÑEROS



Entre el ruido del escándalo que estremeció al país y el murmullo de una rueda de prensa convocada por el contralor de la República, Haivanjoe NG Cortiñas, para entre dientes renunciar a la pensión de 651 mil pesos mensuales que él mismo se asignó, he leído sobre Domicio Ulpiano, un jurisconsulto romano considerado como uno de los más grandes en la historia del Derecho.

Ulpiano cita como los preceptos fundamentales del Derecho “Vivir honestamente, no dañar a nadie y da a cada uno lo que es suyo”. Al leerlo, irremediablemente no logré dejar de sentir lástima por aquel personaje romano que en su momento de luz se llenó de inspiración y elevó sus ideales al más alto nivel sin contar con que aquí, siglos después un joven funcionario, lejos de sus 60 y tantos, en toda su capacidad de seguir trabajando, tendría un plan para hacer exactamente todo lo opuesto al legado de ese jurista romano.
Lejos de ser un servidor del Estado, que en teoría es quien debe velar por los intereses del pueblo, Cortiñas sólo ha confirmado que quien hizo la ley también hizo la trampa, al autodesignarse legalmente, como haciendo un traje entallado justo a su medida, una millonaria pensión con la que muchos dominicanos podrían mandar sus hijos a estudiar, evitar acostarlos con el estómago vacío o tener dolorosamente que engañarlos con agua de azúcar, si es que llega sin arena. Que sea legal no quiere decir que sea justo.
Las miles de personas meritorias que se echan a esperar la muerte viviendo entre la miseria, el favor de los vecinos y el día a día sin saber si mañana habrá qué comer. Gente de valor que ha hecho aportes incalculables a la cultura; deportistas que literalmente se han fajado a poner el nombre del país en alto; músicos pobres que mueren sin un techo y esperando una pensión, merecida por demás y que si suele llegar no alcanza ni una ínfima parte de la pensión de Haivanjoe.

A cuántos cañeros pensionarían con el cheque de Cortiñas? Cuantas muertes secas se evitarían de tantos trabajadores de la caña que llegan al ocaso sin recursos para los medicamentos? Hombres de piel quemada que el espejo les recuerda los 30 y 40 años bajando el lomo ante el sol y que hoy tienen que montar vigilia frente al Congreso o la Casa de Gobierno para que el Estado pague lo que, también por ley, les corresponde.
Haivanjoe NG Cortiñas está en su derecho de defenderse y el pueblo de enfrentar y rechazar una injusticia de esa magnitud. Que se modifique la ley y se modifiquen las conciencias de muchos funcionarios a ver si por fin a los cañeros, deportistas, merengueros típicos, maestros y gente verdaderamente trabajadora les toca su pedazo del pastel antes que termine la fiesta.