sábado, 26 de enero de 2013

DE PISTOLAS, SOLDADITOS Y REJAS


A mis seis años le rogué a mi papá para que me comprara un maletín de doctora. Lo recuerdo al detalle como si fuera ayer, plástico blanco con una cruz roja en la tapa, estetoscopio, jeringa, una lupa, un martillito de esos cómicos que siempre se ven en las películas para probar los reflejos y un par de utensilios más igualmente en plástico.

Cuando por fin logré convertirme en la Doctora Paola y escaseaban los voluntarios que se prestaran a seguir el juego de mis fantásticos diagnósticos, entonces me faltó el paciente y un muñeco Minene salvó el hospital que funcionaba en mi imaginación.

A los siete, la sensación era Barbie. La muñeca de medidas perfectas, melena envidiable, piernas kilométricas, cuerpo tonificado, imborrable sonrisa y con el novio perfecto que ni el más fuerte de los vientos era capaz de despeinarlo y de estilo inigualable.

Nuevos aires tecnológicos soplaron y el Nintendo apenas se asomó se adueñó de nosotros. Las largas tandas de diversión al aire libre, en la acera, en casa de la vecina o la escalinata de la iglesia del barrio las condicionaban las horas de luz que mandaba la CDE de aquellos tiempos. Rescatamos una princesa, le llenamos la panza de guineos a un primate insaciable, vencimos al enemigo en sangrientos y mortales combates y un fatality que le sacara los sesos y le arrancara la cabeza de tajo al oponente en el historial de juego despertaba noble admiración y respeto en el grupo.

Sobra decirles que no me hice médico y tampoco enfermera, de Barbie guardo muchos libros y libras de distancia y estoy más que lejos de las medidas en su avispada cintura. Por suerte, tampoco terminé volando cabezas y muchísimo menos entre sangre ni sesos. De mi generación, aquella de las Barbie, Minene y los Nintendo, ninguno de mis compañeros ha hecho domicilio ni en La Victoria ni en Najayo y a la fecha no he visto el rostro de alguno en las noticias porque haya muerto en un intercambio de disparos con la policía.

A muy corta edad descubrí que mis padres debían hacer magia para convertirse en Reyes Magos para que yo mágicamente me topara con regalos debajo de mi cama. La desilusión no me mató ni despertó el rebelde sin causa que habita en mí.
Ahora tenemos ilusión, protegemos ese mundo de cristal con recelo para nuestros hijos, rompemos brazos en una juguetería para ya no sólo dejar en enero sino también premiar en Navidad, existe el control parental en televisión, cambiamos armas por juguetes, las pistolas de mito dejaron de ser divertidas y de repente los juegos de cocina se quedan en los anaqueles por el temor de criar niñas sumisas.


Con tanto esfuerzo y afán duele toparme, como efectivamente me ocurrió hace unos días, con 13 niños hacinados en una cárcel de un tribunal, esperando ser juzgados por “cosas de la vida”, mientras otros cuatro más llegan esposados de par en par. Detrás los padres con el rostro que dice a gritos sin hablar “en qué fallamos?”.

A mis 14 estrenaba el primer beso. A sus 14, Yan Carlos llora por un dolor de muelas y como todo niño clama por su mamá, que impotente y entre lágrimas lo consuela desde el otro lado de las rejas.

“Los niños nacieron para ser felices” José Martí.

viernes, 25 de enero de 2013

EL AMOR SIEMPRE PENDIENTE


De adolescentes se creen haber agotado todas las reservas de amor verdadero. Las películas, los libros y los cuentos de hadas se han encargado de fijarnos la falsa idea, especialmente a las mujeres, de que el primer amor es el inolvidable querer de toda la vida. El estreno de una ilusión, el tímido apuro del primer beso y hasta la afanosa y sin sentido primera discusión hacen que aquel torpe e inocente noviazgo cobre importancia y sea recordado con cariño por muchos años más.

Sin embargo, son la madurez, las experiencias y hasta la buena suerte del destino que se encargan solitos de presentarnos la realidad del verdadero amor que dura toda la vida. Un sentimiento más puro, más fino, más acabado, detallado, exquisito, capaz de soportar los asaltos del tiempo con todas sus situaciones y carente de ánimo para imponer condiciones.

Resulta chistoso, a veces irónico y muchas decepcionante, para las que anhelan ser flechadas por Cupido, ver películas de amor con dramas tan divorciados de la vida real y sin esperanza, al menos cercana, de ser protagonistas de alguna historia rosada y perfecta, sin saber que el amor del bueno, puede que tarde en llegar pero jamás falla en su entrada.

A los veintiséis o a los treinta y dos, en enero o en noviembre, tarde o temprano todos nos dejamos seducir por sus encantos y nos sometemos sin resistir a la eterna luna de miel de mirarse en los ojos del otro, de las manos que se buscan y encajan perfecto, del cómodo abrazo protector, de los dulces besos que parecen haber nacido desde siempre en su boca y los te amo que se dicen sin miedo porque se saben correspondidos.

No hacen falta años, sobran los días y poco importa el tiempo para quienes están destinados a amarse desde el primer día y hasta siempre. Las pausas se vuelven insignificantes, dejarse de ver resulta inútil, la distancia irrelevante y los pretextos resultan baladíes cuando dos almas que nacen para estar juntas se vuelven a encontrar. La chispa del amor verdadero se enciende como la primera vez, la felicidad se asoma sin remedio y entonces los años, los días, el tiempo, las pausas, la distancia y los pretextos despiertan, importan y juegan las cartas para que dos corazones ausentes y fuera de forma se vuelvan a amar como los que nunca se han ido, se valoren y se sigan amando.

Puede que el amor de su vida le brinde la oportunidad de reencontrarlo pero puede que no le permita el lujo de perderlo otra vez. Puede que soporte distancia y que supere todas las pruebas, pero cuando el corazón dicta amar, lo mejor es obedecer y jugar el más serio de los juegos de entregar sus sentimientos a quien las maripositas en el estómago y el temblor en las rodillas le susurran que es el indicado.

Cada quien guarda su historia de amor, los dichosos la viven y los que esperan, no pierden el aliento de renacer entre abrazos, besos y caricias. Si la tiene, disfrútela, atesórela, cuídela con esmero y vuelva a enamorarse todos los días de su vida. Si aún no la tiene, guarde sus esperanzas, sonría, disfrute el viaje y téngale paciencia al ocupado Cupido. Cada uno de nosotros es merecedor de la más bella película de amor, digna del más elevado de los premios.

CUANDO QUIERAS, 2013!


Despídase de Juanita, las fiestas, de la agitada agenda social, de los cocteles a mitad de semana, de las canastas, del ponche, de las lucecitas, de Santa, los renos y sus enanos, de la comedera de diciembre y dígale adiós al año viejo que tembloroso y agónico se despide de todos para dormir eternamente en el letargo del recuerdo.

Si bien es cierto lo que dijo Don Pedro Mir, el poeta nacional, que un año viejo no despierta inspiración, en su defensa también es cierto que despierta siempre sentimientos. Alegría, tristeza o arrepentimiento, pero en todo caso reina el  agradecimiento. Por lo bueno, por lo no tan bueno y hasta por lo malo, que se traduce en enseñanzas.

La dicha de estar aquí para recibir un año nuevo es desde ya un regalo. La oportunidad de empezar de cero, de trazar nuevas metas, poner a prueba nuestra voluntad y empeñar la palabra en un compromiso con nosotros, con nadie más, en el intento de cada año por superarse a uno mismo. Los nuevos 365 chances que ofrece el 2013 para hacer las cosas bien es una oferta difícil de rechazar.

El día dicta familia, amigos, encuentros, amor, cena, bebidas, baile, buenos momentos y buena compañía. Dicta también pasar revista a lo vivido y con ojo crítico echar la vista al año que pasa, pero sólo por un momento, para celebrar nuestros logros, aplaudir la madurez que nos concede el tiempo, agradecer los regalos que nos trajo, el crecimiento personal y profesional, los proyectos que en algún momento parecían lejanos y que 2012 los acercó. El año viejo se convierte en cómplice de vida y en el más fiel confidente de nuestros más íntimos deseos.

Y si no fue tan generoso, o la tristeza lo pobló algunos meses, salude la oportunidad de cambios y la esperanza de que todo será diferente. Programe su mente y su corazón para ello y entregue su suerte al nuevo ciclo de vida. Al pesar y la negatividad póngale fecha de vencimiento y que expire cuando el reloj marque las doce.

Por suerte después de los excesos y el jolgorio de la Navidad, hace su entrada el mes de enero con la dosis correcta de sobriedad y cordura, capaz de regresarnos a la realidad, las responsabilidades, el trabajo y la necesaria rutina.

Despida este viejo año que agoniza con dignidad y en sus últimas horas de vida déjelo que se vaya. Que el año nuevo no lo encuentre con las manos ocupadas en un año que ya no aporta más que recuerdos. Que la Reforma, los impuestos, la impunidad y la resaca se queden para mitad de enero.

Gracias 2012 por la llegada de Sabrina, por el amor de mi pequeño Rafael, mi hermosa familia que destila salud, los buenos amigos, la estabilidad, el trabajo, por los encuentros semanales en Acento y por el amor que es mío, que no falla en su entrega y se encarga de hacerme siempre sonreír. Cuando quieras, 2013!

NOS ENGAÑARON LOS MAYAS



Si usted me está leyendo quiere decir que seguimos vivos y que hoy ya es Nochebuena. A pesar de que el Calendario Maya acabó este 21 de diciembre, no se supo de ninguna lluvia de meteoritos o de algún desastre natural que pusiera fin a la terca humanidad de estos lados que no parece dejarse vencer ni por la moringa y mucho menos por el salami.

Luego de una intensa semana entre el fanatismo de los convencidos, la incertidumbre de muchos, el escepticismo de la mayoría, la curiosidad de otros, el inagotable humor que nos caracteriza para enfrentar cualquier situación y hasta la indiferencia y la ignorancia de los que echan el día felices sin periódicos ni noticias, ya para el viernes al mediodía la decepción parecía apoderarse de la gente y para entrada la noche los mayas ya eran un chiste. Como quien guarda secretamente altas expectativas y paga por el show y al final no ve ni fuegos artificiales.

Circulaban versiones de una sobrecogedora oscuridad que arroparía el planeta por días; también se hablaba de un tsunami que arrasaría con todo a su paso o una lluvia de meteoritos que acabaría hasta con las cucarachas; los más osados se prestaron para divulgar una supuesta información de la NASA que rendía cuentas de una alegada alineación de los planetas que ubicaría al que habitamos entre Marte y Júpiter y que dejaría a La Tierra por 68 horas sin luz del sol y por supuesto sin internet, teléfono, servicios y luz eléctrica, si eso no era el fin de mundo para muchos entonces estaba muy cerca de serlo y por si fallaba, la explicación técnica se encargaba de asustarlos o por lo menos ponerlos a pensar.

Mientras los mayas hablan en sus profecías del nacimiento de una nueva era para la humanidad, el calendario Maya se agotó pero el nuestro sigue vigente y el mundo, se quiera o no, sigue su curso sin fallar hasta el momento.
Lo cierto es que el sábado 22 nos despertamos frente al mismo panorama. La impunidad, el narcotráfico, la corrupción, la delincuencia, el “darle pa abajo”, la violencia, el barrilito, la gasolina cara, el dinero que no alcanza, el drama de los hospitales dominicanos y el pobre que no tiene dolientes siguen siendo la triste y dura realidad.

Por suerte hoy ya es Nochebuena y los días venideros hasta la visita de los Reyes Magos nos brindan una preciosa oportunidad de disfrutar la calidez de la familia, los buenos amigos, las luces del arbolito, los regalos, la ilusión y la inocencia de los hijos, las vacaciones, la brisa fresca, el baile, la comida, los tragos, la música, las fiestas y por supuesto el amor en todas sus dimensiones.

Que los mayas sólo traigan la tolerancia y la flexibilidad de la que hablan en sus profecías, que ojalá como dicen ellos, se agote la era de materialismo y odio que nos arropa en estos tiempos y que estemos para vivirlo. Mientras, que no se pierda el ánimo de batallar por un mundo más justo y que el amor y la bondad sean siempre el motor de todas nuestras acciones. Feliz Navidad!

viernes, 18 de enero de 2013

POR SUERTE YA ES LUNES

Nadie se resiste al chance que ofrece una nueva oportunidad. Si han de ser calvas, imagine la alegría de verles crecer cabellos y tener la dicha de agarrarlas otra vez con mayor fuerza para que no logren escapar. El sabor de lo conocido, como repetir el mismo examen que reprobamos y de paso hasta con el libro abierto. La paz del que sabe a dónde va,  la certeza del que habla lo que sabe y la seguridad del que ama y sabe lo que tiene. Esa es la esencia del lunes.

Si no es el día más odiado en la semana, está cerca de serlo. Aguanta con una dignidad asombrosa los ataques de los fiesteros con su afán de extender la rumba; la pesadez del que se enfrenta cada lunes a la dura realidad de trabajar para vivir  y muchas veces vivir para trabajar; la negativa a interrumpir los dos días de descanso para iniciar la jornada, la misma jornada y el horror para muchos, de regresar a las clases, de madrugar, de luchar con los tapones, andar y desandar el caos de la ciudad en los días laborables y de entregarse a la rutina de todas las semanas, de manera enfática los lunes, cuando el sentir de fastidio parece ser colectivo.

Pero apartado de la pesadumbre y todo lo que le toca soportar al lunes, el odiado inicio de semana regresa sin fallar, sin reproches y sin un “te lo dije” a ofrecernos la interminable oportunidad de hacer las cosas bien una y otra vez. La dicha del nuevo empleo difícilmente empiece un miércoles; las dietas son más efectivas, al menos en nuestra mente, si se empiezan el lunes; el gimnasio debe tener su asistencia pico el día uno de la semana y no así un jueves o viernes; los fines de semana largos no serían lo mismo y si quiere que el lunes le sepa a gloria caiga preso un viernes o sábado y le aseguro que hasta que no regrese el oficial a cargo del destacamento usted no pisa la calle.

Sin importar las veces y el error, el generoso lunes nos espera en cada inicio, incondicional y con la misma entrega desmedida de un corazón que se niega a colgar la toalla en el amor por más desdichada que haya sido su racha. Tan condescendiente con nosotros que nos ofrece dos días de reflexión para empezar a vivir el resto de nuestras vidas con un cambio de actitud positiva y ponerle ganas a la nueva oportunidad que nos trae el nuevo lunes, una y otra vez sin fallar.

Depende de usted despertar cada lunes y que la vida lo sorprenda con una sonrisa en el rostro, vestirse de buena vibra, echar el pleito con la rutina y ganarle la batalla a la pesadez que se asoma cuando toca obedecer el despertador y bailar el mambo. Que no se acaben los lunes para que nos sigamos encontrando cada semana y me regalen el favor de su compañía en cada una de mis comparsas de inspiración.

sábado, 12 de enero de 2013

LA BRISA DICE ACURRUQUE


Con el permiso de los que protestan, del peregrino del Sur o el del Este, los que no pierden las esperanzas en el sistema, los que apuestan a Danilo y Margarita y los indiferentes para los que todo está bien y nada está mal, hoy me olvido de la Reforma Fiscal, de la corrupción que nos arropa y que nos aterra, del trasiego de drogas en la región, de las encuestas a destiempo con sus “sí o sí” y de la delincuencia que a cada minuto nos roba un poco de la capacidad de asombro entre tanta sangre y maldad. Hoy le doy el día libre a la dura realidad, cierro los ojos, me suelto el pelo, disfruto la brisita que anuncia Navidad y hago justamente lo que el clima me susurra al oído que haga.
Esa suave brisa que no sabe de doble sueldo, que no se tortura repartiéndolo ni haciendo malabares para lograr quedarse con algo de regalía entre deudas que duermen por meses y la cena de Nochebuena. El rumor fresco que no exige 4 por ciento para educación y que tampoco le importa si Industria y Comercio sube o baja los combustibles. No entiende de economía y por eso le vale tres pitos saber dónde está el dinero del hoyo fiscal y menos quién lo gastó. No entiende de modales y entra a la cama sin preguntar ni pensar en pudor y como ladrón sin memoria repite la hazaña cada noche en estos meses de frío  Y de aquel desenfado con que existe que le permite estar en todos lados sin estar en ninguno y que es capaz de despertar la envidia del más bohemio errante que conoce todos los rostros de cada uno de los bares de la ciudad.
Se sacaron los abrigos y bufandas otra vez; el jengibre y el chocolate relevan al café y el aire acondicionado y los abanicos han tomado un descanso de la pela de los extensos meses del casi eterno verano. El calor se ha ido y con la llegada del frío se calman los ánimos, se disipa un poco el mal humor del que anda en la calle manejando y cambia el semblante de bravura en la gente porque el sudor y el caliente han dejado de ser un problema entre tantos.
Anochece más temprano, se encienden las lucecitas y entre el parpadeo multicolor, el gris de las noches frías y de vez en cuando la luna que le sigue el juego a los enamorados obligan a echarse temprano a buscar el calorcito en la cama. Para los que duermen acompañados la brisa dicta acurrucarse, para otros el clima fresco de las noches busca refugio en un buen libro y para algunos la calidez del tiempo en familia es el remedio perfecto.
El frío pone de moda la nostalgia. Recordar tiempos de antes que siempre serán mejores y reír como llenos de victoria de aquello que en algún momento nos hizo llorar o que logró robarnos el sueño, aún conscientes en el fondo de que eventualmente en alguna noche fría nos reiríamos de eso.
Me conformo con el abrazo de una espalda que brinda calor y se entrega con la incertidumbre de quien no se decide a besar; con un te amo sincero de mis hijos cuando les doy las buenas noches; con el chocolate con trigo de Mami; las conversaciones con mi Papá y el afecto y los tragos entre amigos mientras la brisita fresca que sopla en el balcón me avisa que es tiempo de amar.