Si de algo sabemos mucho los dominicanos además de política es de pelota. No importa qué tanto o que tan poquito, algo siempre se sabe que nos permite opinar con mucha propiedad y sazonar el debate.
El beisbol es por excelencia la válvula de escape a los problemas que aquejan a la sociedad; la delincuencia, la política, los problemas económicos, la falta de energía eléctrica, la ausencia de valores y hasta los temibles temblores de tierra que ha traido enero, se olvidan cuando cantan playball en el estadio.
Para esta fecha, todos los dias a las 7:30 de la mañana cuando dejo a mi hijo en el colegio, Don Miguel, el portero y liceista por demás, discute sanamente con María, agente de la Policia Escolar y aguilucha hasta la taza, mientras Samuel y el Paletero, escogidistas, rebaten las ideas de cada uno de ellos. Todos con una pericia y una habilidad digna de los mejores cronistas deportivos. Lo mismo cuando voy a recogerlo al mediodia, a esa hora la pelota sigue matizando las conversaciones.
Aunque tambien es cierto que somos expertos en política. El dominicano es capaz de hacer un análisis profundo con toques folclóricos sobre la actual situación política sin fallar. El gomero, el frutero, el maestro constructor, el estudiante universitario o el ejecutivo de banco, cada uno a su manera y con su estilo peculiar son capaces de sentarse junto a cualquier analista político a discutir el tema y probablemente el experto termine concediéndole algo de razón.
Sin embargo, la pelota es el único punto donde convergen todos sin importar preferencia politica, religión, estatus social o color de piel. Y de hecho, es en el beisbol donde nos refugiamos cuando para estos meses ya nos ahoga la intensa campaña política, los debates entre candidatos, las encuestas que ocupan titulares y que suscitan el mismo aburrido argumento, el chisme entre partidos, el obsoleto caravaneo con las molestosas peinadoras a todo volumen y el ambiente politizado a medida que nos acercamos a mayo.
Casi todo el mundo se afana en mantener a discreción su inclinación por un partido político pero ningun dominicano es capaz de negar su equipo de pelota. El Presidente, los Ministros, el Cardenal, los obispos, los artistas, las figuras de los medios de comunicación y hasta los mismos políticos sienten la necesidad de profesar lealtad a su equipo en las buenas o en las malas.
Somos criados para vivir la pelota. Es común ver a los padres que llevan sus hijos pequeños al estadio, sin entender un ápice del juego y aún en esas circunstancias, cuando el pequeño apenas distingue el color de su equipo, defiende a capa y espada la victoria de su conjunto. Las mujeres, de igual modo, viven la pelota con tanta intensidad como los hombres y hasta manejan términos y cifras de average.
Somos un pueblo de pelota, a la altura de la Serie Final, la vida de los dominicanos gira en torno a los resultados de estos últimos juegos de la temporada y definen el ánimo de la gente en la calle dando otro matiz a la rutina de la lucha diaria, más allá de los mismos problemas que no vale la pena ni enumerar otra vez.
La pelota es sin duda alguna el juego de los dominicanos. Somos abanderados de tener los mejores peloteros del mundo. Además el estadio es el único sitio que ofrece algo de reivindicación social, porque es uno de los pocos lugares donde los pobres están arriba y los ricos están abajo y eso nos permite soñar un poco.
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