Entre
el ruido del escándalo que estremeció al país y el murmullo de una rueda de
prensa convocada por el contralor de la República, Haivanjoe NG Cortiñas, para entre
dientes renunciar a la pensión de 651 mil pesos mensuales que él mismo se
asignó, he leído sobre Domicio Ulpiano, un jurisconsulto romano considerado
como uno de los más grandes en la historia del Derecho.
Ulpiano
cita como los preceptos fundamentales del Derecho “Vivir honestamente, no dañar
a nadie y da a cada uno lo que es suyo”. Al leerlo, irremediablemente no logré
dejar de sentir lástima por aquel personaje romano que en su momento de luz se
llenó de inspiración y elevó sus ideales al más alto nivel sin contar con que
aquí, siglos después un joven funcionario, lejos de sus 60 y tantos, en toda su
capacidad de seguir trabajando, tendría un plan para hacer exactamente todo lo
opuesto al legado de ese jurista romano.

Las
miles de personas meritorias que se echan a esperar la muerte viviendo entre la
miseria, el favor de los vecinos y el día a día sin saber si mañana habrá qué
comer. Gente de valor que ha hecho aportes incalculables a la cultura;
deportistas que literalmente se han fajado a poner el nombre del país en alto; músicos
pobres que mueren sin un techo y esperando una pensión, merecida por demás y
que si suele llegar no alcanza ni una ínfima parte de la pensión de Haivanjoe.

Haivanjoe
NG Cortiñas está en su derecho de defenderse y el pueblo de enfrentar y
rechazar una injusticia de esa magnitud. Que se modifique la ley y se
modifiquen las conciencias de muchos funcionarios a ver si por fin a los
cañeros, deportistas, merengueros típicos, maestros y gente verdaderamente
trabajadora les toca su pedazo del pastel antes que termine la fiesta.
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