lunes, 11 de julio de 2011

40 AÑOS DESPUES: DEUDA SALDADA

No existe equipaje más pesado que las deudas. Traen angustia, roban el sueño y mortifican. Se sabe de gente que se ahoga en los apuros económicos; personas que se endeudan moralmente y algunos que adquieren deudas emocionales. Sin importar donde habiten las deudas, si en el bolsillo, el corazón o en la conciencia, nada trae más alivio que saldarlas.

Contaba el 1971, la situación política de los doce años de Balaguer y el fatídico auge de la Banda Colorá mantenía a muchos de los militantes de izquierda y de aspiraciones progresistas sumidos en una estricta clandestinidad, que por años les robó tiempo precioso con sus seres queridos.

Mi mamá, Dulce, y mis hermanos mayores Juan Miguel y Yenny, sufrieron en carne propia los efectos de aquella época y enfrentaron situaciones de peligro con la suficiente dignidad.

Las historias de mami, al igual que las de muchas mujeres de aquel tiempo, están cargadas de tantas emociones, que son dignas de un libro. La capacidad de aguante  y la entrega desinteresada de aquellas mujeres enamoradas hace que uno las valore y las mire con admiración y respeto.

Entre los tantos sitios donde vivió mami con sus dos hijos en ese entonces, La Vega fue uno de ellos. Sin más que sus prendas de vestir, una cama y algunos elementales utensilios de cocina, allí vivían en una casita a orillas de la autopista, preparados para salir en cualquier momento ante la amenaza de algún allanamiento.

Sin embargo, no fue un allanamiento lo que obligó a mi mamá y a mis hermanos a abandonar aquella casa y perder lo único que en ese momento poseían. Mami, con Juan Miguel y Yenny, había salido una mañana lluviosa y al regresar de la casa solo se alcanzaba a ver una cruz que coronaba el techo. Las fuertes lluvias inundaron la casa y allí quedaron ahogadas sus escasas pertenencias. Entre las cosas, Juan Miguel, de 4 años en ese momento, perdió una resortera o un tirapiedra que le habían regalado.

Aquella pérdida se convirtió en un constante lamento acompañado de llanto y tristeza por mucho tiempo.

No creo que sea fácil para nadie perder todo lo que tenga, en especial aquellas cosas con valor sentimental que suelen ser las menos ostentosas. Aún más difícil para un niño de apenas 4 años de edad al que la inocencia lo mantiene ajeno a los duros golpes que da la vida.

Afortunadamente el drama se superó, la cotidianidad jugó su papel y el tirapiedra dejó de ser tema, o quizás, otro juguete ocupó aquel lugar y la vida siguió su curso.

40 años después, cuando ya la clandestinidad y el malpasar son cosas del pasado, en una de las usuales y extensas diligencias mañaneras que mami hace y que carecen de hora de regreso, visitó el Mercado Modelo y de allá volvió con el rostro iluminado y una sonrisa hermosísima de esas que no se ensayan, con un tirapiedra en sus manos y con aquella actitud victoriosa que solo conceden las deudas saldadas.
La vida le permitió a mami saldar aquella deuda pendiente con Juan. Cuatro décadas más tarde, mami pasa frente a esa casita en La Vega, que aún conserva el mismo color de aquel entonces y puede rememorar con orgullo aquellos episodios amargos en que se jugaban la vida. Ahora, desde la comodidad de un vehículo, de manos y enamorada del mismo hombre de aquel entonces, con un merengue típico de fondo y con la firme convicción de que valió la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario