lunes, 4 de julio de 2011

LA INUTIL PRISA

No tengo idea de cómo se eternizan las frases célebres. Quizás porque en momentos determinados encajan a la perfección en una situación y de igual forma pueden alentarnos o brindarnos el empuje que hace falta para salir a camino. Lo que sí sé, porque lo he vivido, es que una frase puede marcarnos y llegar a convertirse en hábito o en estilo de vida.

Hace trece años escuché por vez primera en voz de mi papá la frase que reza: “Vísteme despacio que voy con prisa” cuando literalmente corría para tratar de no llegar tarde al que fue mi primer empleo. Mentiría si dijera que aquella tarde me detuve y que bajé la marcha, pero sí admito que me puso a pensar y que hoy, trece años después, cada vez que la prisa toca mis acciones recuerdo esas palabras.

En esa misma línea, suele decir mi papá que la juventud trae consigo la sensación de que el tiempo se le agota, que si los jóvenes supieran lo mucho que se rinde y qué tanto se puede hacer cuando se tiene el tiempo de aliado, la vida fuera menos complicada.

Y no puede ser más cierto. Lo malo es que ese entendimiento solo lo conceden los años y la madurez. El tiempo pasa de prisa pero la vida sigue su curso. Vivimos en una eterna lucha contra el reloj, contra los años, contra las arrugas, contra las canas, contra las libras de más que traen consigo los años, le ponemos fecha de expiración a nuestros sueños y matamos la magia del hacer las cosas bien por pura satisfacción.

La agobiante falta de tiempo es un síndrome de moda que ya se ha hecho habitual entre todos nosotros, me incluyo porque la prisa es un mal general que nos arropa a todos y de vez en cuando ignoro aquella famosa frase y marcho inútilmente a la carrera. Hablamos de cultivar la paciencia pero carecemos de esa paciencia hasta con nosotros mismos.

Pienso y escribo sobre el tiempo, porque recientemente asistí a la graduación de “Ya sé leer” de mi sobrina Sophia. Cinco años han pasado desde que nació y la cargué en mis brazos una tarde de agosto que quedé enamorada de aquella carita angelical con ojos verdes y pelo negro; y ahora la ví frente a mí cantando, actuando y recitando un poema junto a sus compañeros justo antes de enfrentarse al mundo de “los grandes” armada de letras y conocimientos cual soldadito listo para el dulce combate del saber.

Para mí Sophia nació ayer, me cuesta creer lo rápido que pasa el tiempo, si hasta recuerdo mi propia graduación en 1986 y ha llovido un poco desde entonces; se ha vivido con tanta intensidad y aun falta toda una vida.

Verla asumir un nuevo reto tan importante en su justa dimensión, me hace pensar en todo lo que le espera. La experiencia que le aguarda, los desafíos que reserva el destino para ella, los amigos por conocer, los amores por vivir, las lagrimas y las alegrías para contar, los conocimientos por adquirir, la prisa de la adolescencia, el ímpetu y el coraje de esos años, la adultez, la madurez y con ello la paz que trae el tiempo.
Hay que hacerse amigo de los años, es un matrimonio sin divorcio y  más vale bailar ese son en paz y llevarlo con buen ritmo. Mentira que la vida es corta…solo hay que dosificarla con prudencia y vivir cada dosis con la suficiente y apropiada  intensidad.

1 comentario:

  1. A son de "merenguito apanbichao" y con buena compañia, la vida siempre será una delicia regalada por el Altisimo para el disfrute de toda una montaña rusa de emociones. Un beso rubia bella, evoque muchos recuerdos con esta lectura.

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