lunes, 10 de octubre de 2011

MISION FOTOS VIEJAS

Limpiar un closet, vaciar una gaveta, organizar papeles o documentos en la computadora se convierte en casi un reto cuando nos detenemos a mirar fotografías. Justo ahí el tiempo se detiene, se posterga la labor de limpieza y no queda de otra que entregarnos a vivir y revivir. El encanto de las fotos viejas nos obliga a bajar la marcha y saborear aquellos recuerdos como si viviéramos el momento. No hace falta cerrar los ojos, por el contrario, mientras más abiertos y atentos a los detalles con más claridad los revivimos.
Hasta el más lleno de voluntad sucumbe ante sus encantos, porque la fotografía guarda ese magnetismo capaz de envolvernos y embriagarnos de nostalgia. Las fotos son como el buen vino, mejoran con los años y van ganando un valor incalculable que sobrepasa lo histórico y se llena de sentimientos.
Desde grandes amores, el nacimiento de un hijo, la celebración de un cumpleaños, el primer día de escuela, aquella fiesta inolvidable, los grandes amigos, los amores prohibidos, la unión familiar, la belleza de una flor, el rostro de un personaje o la tristeza de un día gris, todo esto es capaz de ser captado por el lente de una cámara que oportunamente atrapa el mágico momento y años después nos permite pasear placenteramente en la historia.
La tecnología actual con los telefonos celulares y las cámaras digitales nos han facilitado el asunto. Tomar una foto y compartirla ya no requiere de aquella trabajosa tarea que antes exigía. Llegué a vivir los tiempos de las cámaras fotográficas con rollos y recuerdo a modo de chiste, el laborioso proceso de tomar fotos y revelarlas y me parece casi insólita la espera para apreciar la imagen y darnos cuenta que uno del grupo cerró los ojos o en un caso peor, la imagen salió muy oscura o casi negra. Más tarde recibimos con asombro la generosidad de las cámaras polaroid que nos permitían tomar fotos y disfrutarlas en cuestión de un instánte.
Por eso valoro tanto las fotos de mi infancia y la de mis hermanos. Me toca reconocer llena de agradecimiento el esfuerzo de mi mamá que en medio de crisis se tomara la molestia de eternizar los momentos y darnos el lujo de tantos años después vivir de nuevo y permitir a nuestros hijos vivir a través de las fotos viejas.
Cada año dentro de mis resoluciones me propongo guardar momentos cotidianos y alimentar el hábito de fotografiarlos. Hace mucho decidí no borrar fotos sin importar que tan justas sean las imágenes con el físico, porque muchos años después se convertirán en fotos viejas y nos devolverán el mágico favor con creces cuando el recuerdo nos robe un suspiro.
Todos, sin excepción, guardamos recuerdos y atesoramos fotografías que nos ponen a volar entre nubes, que alimentan el alma y nos devuelven a la realidad con una sonrisa en los labios y en el corazón. Que nadie le borre sus fotos, que nadie le robe la oportunidad de vivir y revivir sus recuerdos cuantas veces le dé la gana y sin pedir permiso. Esos momenticos hacen la vida más dulce.

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