miércoles, 25 de enero de 2012

LA BUENA FE LEJOS DEL FANATISMO

La actualidad del mundo es convulsa, las noticias que ocupan los diarios y las redes sociales alarman. Leemos de discusiones que terminan en muerte, lazos diplomáticos que se quiebran por algún comentario sobre religión o costumbres de alguna cultura, enemistades entre familias por diferencias de creencias, todos los casos matizados por la intolerancia, el irrespeto y el fanatismo desmedido.

A modo de poner en práctica la necesaria tolerancia, respeto a las personas que salen a las calles con la firme convicción de convertir a un simple mortal a una religión ajena a sus creencias y a su estilo de vida con sólo una conversación y citarle un par de pasajes de la biblia, interpretada justamente a la medida del predicador y su congregación.

Respeto y hasta cierto punto admiro la voluntad de quienes salen un domingo a tocar puertas en la ciudad para hablar de religión a aquellos pocos que les permiten entrar, a veces sólo por decencia y muchas veces corriendo el riesgo de que los ignoren, los insulten y los humillen. Aguantar ese fuete no es cosa sencilla, sobre todo si lo hacen dignamente. No hablemos del calor, la caminata y el peligro de ser asaltado, momentos en que la delincuencia no respeta edad, horario, credo o religión. Ciertamente admirable la constancia y el deseo, aunque no comparta el método.

Creo firmemente en que es necesario creer, sea cual sea su religión o convicción. También en la tolerancia y el respeto y le huyo al fanatismo. En la fé que es capaz de hacer posible lo imposible y creo ciegamente en las buenas acciones. Ellas nos hacen mejores seres humanos, y disfruto enormemente el sabor que deja en el alma hacer el bien sin mirar a quien. Soy firme creyente y seguidora de la buena fé que se expresa y se traduce en hechos.

Precisamente un acto de bondad me confirmó que la buena fé existe y que camina muy apartada del fanatismo y de la inútil insistencia en reclutar. Un sábado en la tarde, coincido en casa de mi hermana Ivelisse con la visita de una buena amiga que habia tocado la puerta vestida de angel y adornada de humildad, portadora de una acción llena de solidaridad, bondad y grandeza hacia mí y hacia mis hijos.

El gesto me dejó asombrada, agradecida, feliz y sobre todo ignorando el protocolo que se requiere en estos casos, como el que se queda a la espera del golpe de condiciones. No pude esconder todas estas emociones encontradas y ante mi mirada, como para terminar de asombrarme, mi amiga me aclara que hacer el bien hasta el cansancio es necesario para dar las gracias.

Me alegra no sólo recibir la bendición a nombre mio, de mis hijos y mi familia sino escuchar de boca de gente joven, con vida tan normal como aquellos que no visitamos una iglesia, decir que “en el mundo hay más gente buena que mala”, que “los hijos son la familia” y que “un corazón noble es suficiente para que Dios nos ame”, debo confesar que me da ánimo, fortaleza y me compromete a seguir ayudando al que lo necesite con todo lo que pueda, aún a riesgo de que me tomen el pelo o se aprovechen de mis buenas intenciones.

Los invito a poner en práctica la buena fé en todos sus actos y el desinterés en la entrega. No se dejen ganar la batalla por el egoísmo y les aseguro que verán la felicidad reflejada en una sonrisa y que eventualmente algún angel tocará a sus puertas.

miércoles, 18 de enero de 2012

ALMA Y CORAZON DE BARRIO

En los últimos años la gente ha asumido que nacer y crecer viviendo en un barrio es un insulto y hasta motivo de vergüenza. Aunque invadidos completamente por el dembow, el drink y la cerveza, los barrios de Santo Domingo mantienen intacta su esencia y su cultura clase aparte.

Constituyen un mundo de enseñanzas donde abundan las lecciones de vida, se desborda la solidaridad y el problema de un vecino es el problema de todos. A pesar de las excepciones, como en todos los casos de la vida, allí se encuentra a gente buena siempre dispuesta y atenta a brindar una mano en el momento que haga falta.
Allí, la crisis económica no detiene la buena fé y se mantiene la costumbre de pasar el plato de comida al vecino y de alimentar al perro que llegó, se adueñó de la calle y echa siestas debajo de un viejo camión dañado que ya forma parte del paisaje.
*Foto de Leo Grullón
Nací en San Antón, en plena Ciudad Colonial, entre casas de la era de los colonizadores y el misterioso aire cargado de las iglesias de los alrededores. Mi vida en el barrio ha estado marcada por personajes únicos y peculiares que han dejado su legado y que hoy me motivan a escribir. Sólo en el barrio encontrará a un Papito, el carnicero, que por su simpatía y junto a Manyolo se hizo el rey de las carnes y cada locrio y guisado llevaba su sello.
Solamente aquí, se encuentra con el repollo finamente picado a puro pulso que desde hace más de 20 años prepara Benjamín y que con esmero reserva la verdura y la auyama buena a la doña que le compra todos los días. Ni hablar de Dolores y Mamota, que vendían numeros de loteria y rifaban a domicilio, le pago si encuentra ese servicio en un exclusivo sector de millonarios.
El puesto de Yaniqueques del Yani; el colmado de Lolo atendido por Daysi; el botellero de voz aguda que compra las botellas todas las mañanas; el limpiabotas; la guaguita anunciadora con guineitos o la leche de vaca; Alberto La Gallina, un valiente electricista formado a pura experiencia de calle; Fello el carbonero, bajo el enorme limoncillo en la plazoleta; Martín Calembo que aún vive frente a Beatriz, una maestra consagrada que educó y disciplinó a la mayoría de los muchachos del barrio; El Marchante de las frutas, casi 30 años vendiendo en el sector y fiándole a los muchachos lo han convertido en parte de la familia San Antón.
Imposible no recordar a Calimán, un deportista que perdió la razón y recorría parte del Malecón y la zona corriendo de espaldas; La acera de Luis El Perro, que albergaba diariamente a los jugadores de dominó; Porfirio, dueño de una barra frente a la compra venta y barberia de Emilio. El infalible Raúl, por más de 20 años nos tira el periódico dos veces al día; Francisca la cartera, a pie deja el correo por debajo de la puerta y nos une ya una vieja amistad. Y por supuesto la risa de Doña Dolores, la vecina del frente, que alegra la calle y hace reir al más amargado con sus ocurrencias y su aguda franqueza.
El simple hecho de rememorarlos me hace revivir buenos momentos de mi infancia y sentirme orgullosa de mis raices. Gente tan especial merece un espacio privilegiado en mi corazón y escribirles es mi manera de rendirles un tributo y agradecerles el recuerdo y las enseñanzas que han dejado cada uno de ellos en mí.


viernes, 13 de enero de 2012

VENCERSE A UNO MISMO

Una intensa llovizna bautizaba el cielo la mañana del 25 de diciembre, temperatura agradable, relativamente fria para los que vivimos en esta isla caribeña y apenas el reloj marcaba las ocho y media de la mañana. Despertar ese día fue un reto después de la cena de Navidad, especialmente cuando el subconsciente nos dice que para la mayoria es un día feriado y por ende no se trabaja.

Al igual que otras ocupaciones, prensa es un trabajo de vocación y de compromiso que no conoce aquello de días festivos. Por el contrario, cuando el calendario viste de rojo la fecha, es ahí cuando más prioritario se hace cumplir con la labor. Para mí no había excusa para no pararme de la cama, sin importar el calor de las sabanas que invita a robarle unos largos minutos más a la faena, el chocolate caliente que acompaña el desayuno en familia o la tierna caricia de mi hijo de 3 años que me derrite con un “trabajar no, mami”.

Ciertamente dificil, pero nadie dijo que iba a ser facil. Con la valentía de un soldado en pleno combate logré sacudirme y alistarme para trabajar. Bajo aquella incómoda llovizna, que no decide convertirse en aguacero; ni tan intensa para paraguas pero ni tan tenue como para rechazarlo. Sin sombrilla a mano, la clásica excusa de mujer de no querer arruinar mi pelo, me detuvo unos largos minutos a la puerta de mi casa esperando para montarme en mi carro y emprender el camino a la misma labor de todos los dias.

Todo estaba puesto para dar dos pasos atrás, subir un par de peldaños y volver a acurrucarme en mi cama que me coqueteaba de la forma más descarada. Me siento en plena acera, miro al cielo como esperando que por algún milagro pare la llovizna y decido esperar lo que la prudencia y la puntualidad me permiten para no llegar tarde al trabajo.

Mientras espero, maldiciendo mentalmente al genio que inventó el trabajo y al que nos designó con una dosis de responsabilidad, pensando por qué no decidí ser mercadóloga o trabajar en un banco y cumplir horarios convencionales, una voz anuncia cerezas y aguacates y alcanzó a ver a un muchacho, mucho más joven que yo, con una batea repleta de aguacates en la cabeza y cargando además una cubeta rebosada de hermosas cerezas rojitas en una de sus manos, caminando bajo la misma lluvia que me detenía desde hace rato y que me tenía indecisa de caminar unos escasos pasos a la comodidad de un vehiculo con apenas mi cartera y un bulto de maquillaje en mis manos.

Con vergüenza y sintiendome endeudada con mi voluntad, detengo al joven para comprarle unas latas de cerezas y un par de aguacates. Converso un poco con el muchacho y como una estocada al corazón, descubro que tiene 23 años, viene desde San Cristobal y que salió de su casa a las seis de la mañana.

La escena me hizo cuestionarme quien era yo para quejarme de la vida y me dio el empujón necesario no sólo para mojarme hasta mi carro sino para cumplir satisfecha con lo que el día trajera. Tanto quejarse de la vida hace que olvidemos lo dichosos que somos y a veces sólo basta abrir bien los ojos y el corazón con humildad para mirar alrededor y sentirnos agradecidos por todo.

La vida requiere de nosotros voluntad, esfuerzo, disciplina y el deseo de querer hacer las cosas. La necesidad de vencerse a uno mismo es en ocasiones el mayor obstaculo que nos presenta el destino. Olvídese de demostrar al mundo lo que es capaz de hacer, demuéstrese a sí mismo la voluntad que alberga su corazón y superese todos los dias. Sobre todo, rebaje la cuota de quejas…nada facil, pero vale la pena.

sábado, 7 de enero de 2012

ADIOS AÑO VIEJO!

Sin pena y sin remordimientos despida el año que acaba y ábrale las puertas al que recién comienza. Lejos de aquel merengue alusivo al año viejo, no sienta tristeza por despedir este ciclo. No se trata de botar cosas viejas, menos de favoritismo con lo nuevo, más bien de una oportunidad que nos brinda la vida cada doce meses de renovar las fuerzas, de trazarnos metas y diseñar nuevos sueños.
Se trata de poner un punto final y empezar de cero un nuevo capítulo en el libro de la vida. No hay razón para sentirse mal por despedir un año viejo, desgastado y en desuso y recibir al nuevo que nos sonríe. Agradezca lo vivido, lo bueno y lo malo, dé gracias por las malas experiencias también, porque siempre serán eso, experiencias.

Atesore los buenos momentos y valórelos como un regalo preciado. Recuérdelos con cariño pero no se apegue al pasado. Un nuevo año nos da el chance de superar aquellos momentos y de hacer de los próximos doce meses los mejores de su vida, hasta que llegue el próximo año de turno.

Los brindis en la cena del 31 de diciembre ocupan las metas del nuevo año; Los deseos de la familia se bañan en champagne; las ilusiones brotan de los corazones; la esperanza de que las cosas saldrán mejor; de superar el tiempo viejo y de que los hechos pasados queden como lecciones de vida.

Las doce de la noche marca el inicio de una nueva carrera por superarnos y trae consigo la emoción y el entusiasmo de lo que está por estrenarse. Los rituales para recibir el año son muchos, ya sean las doce uvas, usar la ropa interior al revés, encender velas, sacar las maletas a la calle, vestir una prenda amarilla, quemar incienso o cerrar los ojos y pedir un deseo, el abrazo de felicidades del primer día de enero nos somete con dulzura a lo que trae el tiempo nuevo y nos regala la voluntad para encarar lo que venga.

El tiempo es irreversible, no hay marcha atrás y hay que andar a tono con el discurrir del reloj. No deja espacio para lamentos porque existe el riesgo de quedarnos rezagados y perder una vida pensando en lo que pudo ser; sin embargo el tiempo sí aplaude los nuevos inicios, queda de usted recibir de buena fé la oportunidad que nos da enero para creer en nosotros y emprender valientemente lo que la suerte nos trae, y si la suerte no aparece entonces salir a encontrarla.

Cuántas resoluciones de año nuevo se pierden en el amarillo olvido y mueren antes de marzo. Muchos gimnasios que se pagan en enero y que no sobreviven a abril. Anhelos de un nuevo amor o la tonta ilusión de que el viejo amor cambie o despierte del letargo. Sea cual sea su deseo, que no se quede en papel y no lo domine la pereza. Luche por ellos, respételos y pruébese a sí mismo que es capaz de lograrlo.
 
Déjese contagiar del espiritu del año nuevo, el que se fue se fue y si no está es por alguna razón, igual pasa con los años, ceden el espacio para que la historia escriba mejores parrafos en nuestras vidas. Deje ir en paz este año agotado, decadente y tembloroso ante las puertas de este nuevo periodo lleno de fuerzas y brios. Que el 2012 sea el mejor año de su vida y que nos sigamos leyendo!...Feliz Año Nuevo!