El amor nunca pasa de moda, no descansa, no se
va de vacaciones. Está en todas partes, se respira en cualquier lugar y lo
encuentra donde usted menos espera. Así de bueno es, de generoso y
complaciente.
Ahora imagine el encanto de adoptar amor, de
acoger un ser que viene con dosis de amor garantizado y un millón de virtudes
más. Y eso es el equivalente a adoptar un perro. Amor incondicional, lealtad,
interminables horas de juego, ternura, cariño y protección garantizados en un
solo ser y a cambio de muy poco.
Hoy me mueve a escribir ese amor, a compartir
con ustedes mi experiencia y contagiarlos con esa fiebre de amor que hace meses
mi familia y yo recibimos en casa gracias al favor de Doggie House, una
maravillosa organización sin fines de lucro que busca proteger y garantizar los
derechos a los perros de la calle en nuestro país.
Una labor titánica que arrastra sobre la marcha
una lucha contra el arraigo cultural de aquellos que piensan que “los perros
sólo son perros” y que en nombre de eso se dedican a maltratarlos sin una gota
de piedad.
Doggie House, al igual que otras organizaciones
como el Patronato de Ayuda a los Animales (PADELA), la Fundación Protectora
de los Animales y la doctora Marilyn Lois, llevan a cabo junto a decenas de
voluntarios y gente de buen corazón, la tarea de rescatar perros callejeros,
acogerlos en refugios, acondicionarlos, castrarlos y darlos en adopción a
personas que cumplan con los requisitos necesarios para ofrecerles un hogar a
esos animales. Todo esto bajo condiciones económicas precarias que se limitan a
donaciones y amparados en la buena fe y el amor.

La luna de miel ha sido tan buena con Kitty,
que hace unas semanas decidimos acoger un segundo perro y a nuestras vidas
llegó Gris. Un mestizo hermoso, que como lo dice su nombre, tiene un color
peculiar que pocas veces lo he visto, con un porte tan elegante y tan gallardo
que es digno de admirar cuando asume como perfecto guardián. Desde el día que
lo recibimos supimos que de él sólo recibiríamos ternura, amor y protección y
no nos ha fallado. Gris fue rescatado con la cadera rota, luego de que un
chofer lo chocara en una avenida concurrida y ni se inmutara con aquel impacto
que casi le cuesta la vida a un animal inocente.
Cada perro guarda su historia y ciertamente muy
pocas o ninguna, viniendo de las calles, escenario de maltratos y vejaciones,
cuenta de alegría o de bondad. Esos perros, por el simple hecho de ser mestizos
y nacer en la calle reciben de los humanos todo tipo de maltratos y aún en esas
condiciones son ellos capaces de mantener su esencia y dar a amor incondicional
a cambio.
Seres que son ellos mismos una lección incalculable de vida que nos habla del perdón, de no guardar rencor en el corazón y de amar hasta que duela incondicionalmente aún cuando la vida y los demás no sean capaces de hacerlo.

En tiempos en los que se habla de sicariato,
que se mata por encargo, que se mata por error, que se engaña, que se sobrevive
cada día expuesto a que nos ocurra lo impensable y que salimos a la calle “a la buena de Dios”, no es mala idea
arrimarse a aquellos que brindan amor. Dejarse contagiar por ellos, que nos
arrope la sensibilidad, que nos conmueva la tragedia y que no nos coma vivo la
inercia y la indiferencia, sin duda alguna no es mala idea.

Tómese la libertad de amar, de ser feliz, de
comprender y de aportar con esas acciones su dosis de buena fe. De esas
acciones que alimentan el alma y que se hacen tan insoportablemente necesarias
en estos tiempos. Adopte o aporte su donación a estas organizaciones, que con
ellos el amor viene siempre por partida doble.
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