lunes, 6 de junio de 2011

NI TAN INTOCABLES NI TAN PREPARADOS

A diario los periódicos llegan cargados de noticias trágicas y hechos sangrientos. La cotidianidad de estos sucesos nos ha hecho perder un poco la sensibilidad y la capacidad de asombro.
Sabemos de las frías estadísticas que nos dicen que la violencia nos arropa,  hablamos de feminicidios, violencia de género, abusos, atropellos, asaltos, nuevas modalidades de robos tan organizados y sistemáticos que parecen sacados de alguna película, circulan correos advirtiendo sobre sustancias alucinógenas que son utilizadas en asaltos y en violaciones, sucesos que en el momento despiertan nuestra preocupación, nos ataca el sentimiento de desprotección y solo nos queda encomendarnos a la buena de Dios.
Sin embargo, leemos los titulares con cierta actitud de seres intocables y totalmente ajenos a que mañana o en cualquier momento a nosotros mismos nos toque leer un nombre familiar en esas fatídicas notas que cuentan de víctimas y victimarios. No creo que nadie esté preparado para ello. Ni siquiera para vivirlo de cerca.
Recientemente esa misma violencia terminó con la vida de una joven amiga, que conocí mientras vivía en Bávaro, provincia La Altagracia. Un pequeño de apenas seis años queda sin su madre, una familia destrozada y los amigos que no salimos del asombro y la indignación de ver cómo a una muchacha llena de sueños y aspiraciones, le roban la vida a cuatro meses de terminar su carrera universitaria y contando con solo 26 años, cuando la vida apenas se calienta para empezar.
Para mi propio asombro, esa misma mañana leí en los diarios los detalles de aquel hecho y aunque ajena a la realidad me conmovió.  Cumpliendo mi trabajo de presentadora de noticias, a mi misma me tocó leer la nota que reseñaba la tragedia con nombre completo, edad y lugar del suceso, todavía sin caer en cuenta de quien se trataba. No fue sino hasta dos días después cuando una buena amiga me llama y entre lágrimas me cuenta lo sucedido.
La misma actitud de seres incrédulos e intocables fue la que no me permitió leer y ver más allá de mis propias narices.
Sin lugar a dudas, el hecho mueve todos los sentimientos hasta del más duro de corazón  y nos pone a pensar en la fragilidad de la vida y en lo expuestos que estamos aun sintiéndonos tan intocables y tan preparados para enfrentar la vida…pero y la muerte?
A Georgina.
A José.

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