sábado, 3 de diciembre de 2011

EN DEFENSA DEL INVIERNO

Ya entra diciembre y obedecer el reloj despertador se vuelve cada vez más dificil cuando cada mañana su sonido inoportuno interrumpe el mejor de los sueñitos. Hoy vengo en defensa del invierno, que tan injustamente le han tildado de estéril y desolador.

Reconozco que pararse de la cama en invierno no es una tarea fácil. Duerma solo o acompañado, abandonar el calor de la cama y enfrentarse a la realidad de tener que empezar el día, sin que quedarse en cama sea una opción, es una batalla que requiere voluntad y para muchos como yo, el empujoncito de alguna voz que le indique que es hora de despertar.
Pero es que hay que estar despiertos para vivir el invierno, una estación digna de disfrutar. Las mañanas grises y oscuras se vuelven encantadoras; la brisa fresca que invita al café y al baño con agua tibia; los rayos del sol se llenan de bondad y literalmente acarician la piel; abunda el sancocho, el asopao y el cocido; el té de jengibre y canela es un clásico; el buen ron sabe mejor y calienta el cuerpo; y definitivamente despierta en nosotros aquella necesidad imperiosa de compartir y acercarnos a nuestra gente.
Tan aclamado el verano, con sus playas y su calor y tan olvidado y menospreciado el invierno. El inicio como el fin del invierno debería ser tan esperado, anunciado y celebrado como el verano. Tantas flores que le lanzan a la primavera, tantas quinceañeras cumpliendo primaveras y al invierno que nos alivia del calor que nos azota casi el año completo no le celebramos su estadía.
El otoño brinda sus colores pero el invierno ofrece una fiesta a ritmo de brisa que pone a bailar el verdor de los árboles con la elegancia de una fina dama y nos regala el sonido de sus hojas, bolero capaz de dormir y relajar al más estresado.
Que ninguna mujer me diga que no desempolva sus abrigos y hace gala de la escasa ropa de invierno que el clima caribeño nos permite. Que no aprovechan para lucir sus sombreros y sus bufandas cuando el clima se apiada de los deseos de moda de todas nosotras.
El invierno es una invitación al romance. No en vano las bodas se multiplican en diciembre y nuevos amores nacen, sin que necesariamente perdure el cuento de hadas. Es como una necesidad del corazón aprovechar la estación, única oportunidad que nos da el año de brindar calor a otro cuerpo.
Y mientras escribo, alcanzo a ver el inmenso árbol de aguacate del patio del vecino que baila y canta para mí a ritmo de la brisa mañanera, como concediéndome la razón y a modo de confirmar mi versión. Yo le doy la bienvenida al querido invierno y prometo honrar su estadía entregada al amor, a la familia, a los buenos amigos y abanderada con el mejor té de jengibre, de las manos benditas de doña Dulce.

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