martes, 27 de diciembre de 2011

HAMBRE QUE ESPERA JARTURA

Que el Ministerio de Salud Pública se ocupe de llevar a cabo una campaña de educación para evitar indigestión, malestar estomacal e intoxicaciones en tiempos de navidad, habla claro sobre nuestros habitos alimenticios y sobre todo de aquella malicia con la que nos sentamos en la mesa la noche del 24 y el 31 de diciembre.

El año nos da once meses de ventaja para celebrar las dos cenas más importantes de la tradición de los dominicanos. Y no es que requiera menos de ahí, se trata de la ocasión perfecta para reunir la familia; para recibir a los ausentes que tienen tiempo sin pisar su tierra natal; para regalar y agradar a nuestros seres queridos.

El tiempo navideño trae consigo ese deseo de celebrar la dicha de estar vivos, de agradecer lo que nos ha dejado el año que se despide y a casi todos nos inspira compartir. De compartir y celebrar sí que sabemos los dominicanos y nos encargamos de demostrarlo de manera especial en esas dos fechas del mes. Sobre todo cuando se trata de hacer gala del buen apetito que nos caracteriza.

Puerco asado, pollo horneado, pavo, moro de guandules, ensalada de papas, pasteles en hoja, pastelitos, lerenes, castañas y la telera que por lo regular amortigua el recalentado del dia siguiente, sólo por mencionar algunos de los platos que se incluyen en el menú. A esto, súmele las frutas, manzanas, peras, uvas y pasas, que más que comestibles hacen las veces de decoración hasta que algún miembro de la familia se digna por hacerles caso y que no pasen con ficha.

Coquitos, almendras y avellanas, que sólo recordamos comprar en esta época y que casi todos terminamos partiendo con la mano de un pilón, con el viejo martillo o con el fondo de alguna botella menos con el cascanueces que corresponde. Bombones, bizcocho de frutas, turrones, panetón, gomitas, dátiles, higos y frutas confitadas todo al mismo lugar.

Toca hacer un espacio para el alcohol. El ponche casero, para los que sólo se dan su trago de ocasión; el brandy o el whisky para los señores; amaretto o baileys para las señoras; el ron para los bebedores; cerveza para los que aguantan; refrescos para los más pequeños; sidra, vino y champagne que no se pueden quedar y para los valientes que salen vivos de esta revolución digestiva, siguen la rumba con vodka o ginebra.

Me atrevo a afirmar que a más de uno, y aquí me toca incluirme, le ha pasado por la cabeza la loca idea de tener un estómago emergente, algo así que nos permita disfrutar el doble de lo que podemos comer o la ilusión de comer sin los remordimientos que causan las libras que deja aquel desfile culinario. Pero la realidad es que los digestivos, las sales, los antiácidos y el elixir son los protagonistas de las fiestas y el remedio infalible para el desastre alimenticio de esas dos noches donde se come como si no existiera mañana.

Disfrute su cena, pase su plato al vecino, reciba el plato del vecino con agradecimiento, retribuya la abundancia dando a los que menos tienen, invite a un amigo que tenga su familia lejos, comparta en familia, atesore esos momentos, permitase el lujo de la jartura anual, asegure su digestivo y que pasen todos una feliz Navidad!

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