Cuando creíamos haber sido testigos de todo lo
absurdo, que por fin se agotaban las metidas de pata de los honorables
legisladores y como no bastaba con el infame reparto de entre 50 y 100 mil
pesos a cada uno de ellos para garantizar habichuelas con dulce en las pascuas
pasadas, llega a nosotros la madre de los absurdos.
Como si se tratase de una competencia a ver
quien se alza con el crédito de ser capaz de indignar más a un pueblo, la
celebración del Día de las Madres en República Dominicana ha dejado un sabor
extraño entre quienes elegimos senadores y diputados para que nos representen
dignamente en el Congreso con la esperanza de que hagan aquello para lo que
fueron escogidos, legislar y defendernos.
En un país podrido de necesidad, sumido en la
pobreza y la falta de educación, con presupuestos ridículos para instituciones
laboriosas, con hospitales disfuncionales donde se opera a luz de velas;
arropado por la delincuencia, donde la vida no vale nada para el que mata por
encargo y los Derechos Humanos son un negocio rentable para los delincuentes,
los diputados se reparten 176 millones de pesos en electrodomésticos para
regalar a las madres de sus respectivas zonas.
Entre estufas, neveras, licuadoras, planchas,
juegos de habitación y de sala, tostadoras, abanicos, televisores, vajillas,
vasos y platos, sólo faltó el famoso “muñecas y bicicletas” del doctor Balaguer
para elevarnos a un recorrido gratis por el pasado. Por allá, por los finales
de los 80 y principio de los 90 cuando se compraban votos y conciencias a
papeleta, funditas, cemento y varillas. Una práctica que pensábamos en desuso
pero que al parecer, jugar con la necesidad de muchos sigue rindiendo su efecto
en las urnas.
No hace falta debatir sobre quien cae la culpa,
si quien regala las fundas, las cajas o los enseres o quien hace la fila, rompe
brazos y coge todo lo que le den. Lo cierto es que echarle mano a esa cultura
arraigada y asociada a la falta de educación, que nada tiene que ver con la
pobreza ni el barrio que se presta de escenario, se convierte en casi un
insulto a un pueblo que está atento y a una parte de la población, que no es
tan minoritaria tampoco, que no se doblega ante esos costosos favores que
vienen de arriba y que cuando termina la interminable campaña electoral, nos
pasa factura a todos. Incluso a los que no cogimos.
Y es que entre habichuelas con dulce, millones
largos de pesos dominicanos y un diputado que rifa una liposucción a una madre
“agraciada”, los legisladores parecen perdidos en el limbo de sus funciones y
han perdido de vista la verdadera esencia de su trabajo. Siguen apostando a la
ignorancia, a la necesidad que tiene cara de hereje y a la chabacanería de
quien cogen todo menos golpes.
Y mientras ellos andan persiguiéndose el rabo,
siguen pujando y forzando la capacidad de aguante de los dominicanos. Enviando
el mensaje equivocado a quienes creen en ellos y a aquellos que con esperanza
pusieron su empeño y su afán en llevarlos justo donde están y donde al parecer
les gusta estar, arriba repartiéndose el festín.
Hablamos de 176.9 millones de pesos a los que
instituciones como el Patronato de Ciegos, de Discapacitados, La Asociación Dominicana
de Rehabilitación, Hogares Crea, los Bomberos, los hogares de ancianos, la
unidad de diálisis del Padre Billini, el Hospital Infantil Robert Read Cabral y
las miles de escuelitas que enseñan a la sombra de cualquier árbol, por sólo
mencionar algunas de tantos lugares a donde pudieron haber llegado tantos
millones de pesos y que seguro iban a ser vistos con mejores ojos hoy y mañana
al momento de votar.
Cuando se quiere, existe y se pone en práctica
la buena voluntad de todos los legisladores. Sin ánimo de meter en el mismo
saco a todos, porque opinar desde las gradas en pelota ni política es justo y
porque no sería razonable generalizar cuando hay hombres y mujeres de bien que
ejercen sus funciones en el Congreso de manera limpia, justa y muy equilibrada
y para quienes la inteligencia y la dignidad de un pueblo jarto, con jota, no
es un chiste.
Que se acaben las licuadoras, las tostadoras,
los juegos de aposento, las habichuelas con dulce y las lipo de Contreras
mientras existan las fajas y las dietas, pero que no se agote nunca el ánimo de
reclamar, de señalar y de someter cuando los legisladores fallan. A fin de
cuentas, el pueblo los quita y los pone y nosotros somos el pueblo.
“Honorables, voten!”