domingo, 5 de mayo de 2013

AMAR SIN DEJARLO SABER


Cuatro meses saliendo juntos, van al cine, a bailar, a restaurantes de moda, dejan la ciudad por dos días de ensueño y viajan al interior a esconderse y acariciarse en algún rincón entre Constanza, San Juan y Samaná. Mensajes de texto al despertar, los “buen provecho!” al mediodía sin importar ocupaciones y despedir el día se convierte en una costumbre que se hace extrañar cuando no lo hacen. Cuatro meses, nadie se atreve a decir al menos un “te quiero” y aún la relación no tiene nombre. El cuadro es común.

La hija de trece años llama a su papá por segunda vez en lo que va de día, conversan y entre tema y tema cierran el teléfono sin una muestra de cariño, escasos de afectos, aún con el corazón rebosado de ternura y amor listos para entregar y que mueren en el desesperado intento de ser entregados a quien se lo ha ganado. Terminan la conversación.


Amigos por años, amigos de infancia, amigos probados en las buenas y en las malas, amigos que superan la distancia y que comprenden hasta el silencio de nosotros son víctimas de la dejadez aniquilados por un parco “te quiero” en alguna tarjeta de cumpleaños o de navidad.

Toda una vida compartiendo con los padres y justo en el entierro las muestras de afecto desesperado se adueñan de los hijos que dosificaron el cariño y desaprovecharon cuando obligaba el corazón y decidieron ignorarlo.

Del mismo modo que en toda guerra la primera víctima es la verdad, en toda crisis económica lo primero que se pierde no es el dinero sino los modales. La realidad me obliga a agregar que con los modales también se van las muestras de cariño y de empatía.

Vivimos un tiempo en el que asombrosamente dar afecto y mostrar signos de empatía y de apego es visto por muchos como un mal de pesadas ataduras. El cariño desinteresado es malinterpretado constantemente como coqueteo y brindar una mano a quien lo necesita queda casi siempre a la espera a cambio de un favor o una recompensa. Reconocer las buenas acciones y alentar el talento y la capacidad en otros casi se extingue entre los mismos humanos, quedándonos tantas veces con halagos y detalles que no nos pertenecen. Sin darnos cuenta que lo que más necesita el mundo y su gente es amor.

Cambiamos el apego por la falsa libertad de permanecer siempre al acecho, la estabilidad por la amplia oferta que se cree tener bajo el estatus del no compromiso y preferimos callar antes que halagar. Vivimos postergando el amor en todas sus dimensiones, dejando para mañana el “te quiero” pendiente y que ansioso aguarda con gallardía. Hemos desvirtuado el sentido del orgullo para convertirlo en una soberbia que vive divorciada de la dignidad.

Antes el problema era el amor, ahora el problema es amar.


@paochaljub

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