La intensidad
de los recuerdos es lo que marca la memoria. Me asombran los detalles que puedo
recordar de mi niñez y la claridad con la que puedo rememorar episodios de mi
vida. Nací en el gobierno de Don Antonio Guzmán, estaba pequeña en los años de
Salvador Jorge Blanco y de los últimos gobiernos de Joaquín Balaguer y los
acontecimientos de la época, me parecen haberlos vivido ayer.
Con apenas
cuatro años recuerdo vívidamente un allanamiento durante el gobierno de Jorge
Blanco, quizás de los últimos, que llevaron a cabo miembros de la policía en mi
hogar. Una mañana que recién amanecía, mi papá, mis hermanos y yo despertamos
en medio de un tropel, el movimiento de extraños en casa, el color oscuro en
los uniformes de los agentes, el sol oculto todavía y el ruido ensordecedor del
cepillo Volkswagen color crema que aguardaba afuera con el motor en marcha,
justo frente a la puerta de la casa, en dirección hacia la Arzobispo Meriño.
Mis hermanos
y yo entendiendo sin entender. Con la madurez prematura que otorga vivir
situaciones como ésas. Madurez característica en los hijos de esa generación de
hombres y mujeres de valor. Mi mamá, que llevaba una bata de dormir, presa de
la desesperación y la impotencia, me agarraba de la mano como sin fallar en su
instinto protector. Se llevaban a mi papá, lo montaban en el cepillo y
apretados y entre armas largas y macanas, marchaban todos rumbo al palacio.
Con esa misma
lucidez puedo contarles de un policía que vigilaba cada movimiento de mi papá.
Sin disimulo alguno nos seguía cada mañana todo el trayecto a dejarme en la
escuela, dormía en la acera a tres casas de la nuestra, justo debajo de un
poste de luz que aún permanece en el mismo lugar de la calle. La inocencia de
mis años no me dejaba entender a qué respondía nuestro inusual compañero, pero nos
saludábamos yo desde el cristal de atrás del viejo Datsun de la familia, él
detrás de nosotros en su motocicleta y hasta llegué a apodarlo Toby.
En mi familia
nunca se nos ha dicho por quién votar, a quien despreciar, quien es el bueno y
mucho menos quien es el malo. Imágenes en la memoria histórica de nosotros,
testimonios de vida de mis padres, amigos que se han convertido en familia, y
libros, muchos libros nos han servido para discernir y sacar nuestras propias
conclusiones. Abunda el sentido común y se pone en práctica la tolerancia, como
regla de oro en la vida.
El sentido
común se ha encargado de hacerme recordar el gris de los años de Balaguer y la
tolerancia me ha ayudado a digerir, sin aceptar, la realidad que refleja la
encuesta Gallup que posiciona al Doctor como el político más admirado, con un
30.2 por ciento que le otorga la población.
Sin restarle
sus condiciones al Doctor Balaguer, el gran peso social de la figura de un
político de mucho vuelo que se apoyó en la fuerza popular y dueño de un carisma
indiscutible. Sin mencionar sus dotes de escritor, poeta y orador. Pero de otro
lado, el ideólogo de la sangrienta Era Trujillista, el redactor del manifiesto
mediante el cual se anunció el golpe de Estado al gobierno de Horacio Vásquez
en 1930. El brillante cerebro detrás del Dictador que heredó el poder tras la
muerte de Trujillo.
No haber
vivido la persecución de la Banda Colorá y los funestos doce años de Balaguer
no me impide sacar mis propias conclusiones. La encuesta me confirma lo que
tanto he temido, la memoria histórica de los dominicanos anda patas arriba. A once años de la desaparición física
de Balaguer y a diecisiete de su último gobierno, el sentido histórico de la
gente anda perdido. Balaguer le ganó el pulso no sólo a Bosch y a Peña Gómez,
también se llevó a Duarte, a Manolo y a Caamaño. Y no sólo lo mal que andamos,
sino el arduo trabajo que hay que hacer para recuperar la memoria histórica y acabar
con la confusión. Se oye o no se oye?
@paochaljub
No hay comentarios:
Publicar un comentario