domingo, 5 de mayo de 2013

CUANDO FALLA LA MEMORIA HISTÓRICA


La intensidad de los recuerdos es lo que marca la memoria. Me asombran los detalles que puedo recordar de mi niñez y la claridad con la que puedo rememorar episodios de mi vida. Nací en el gobierno de Don Antonio Guzmán, estaba pequeña en los años de Salvador Jorge Blanco y de los últimos gobiernos de Joaquín Balaguer y los acontecimientos de la época, me parecen haberlos vivido ayer.

Con apenas cuatro años recuerdo vívidamente un allanamiento durante el gobierno de Jorge Blanco, quizás de los últimos, que llevaron a cabo miembros de la policía en mi hogar. Una mañana que recién amanecía, mi papá, mis hermanos y yo despertamos en medio de un tropel, el movimiento de extraños en casa, el color oscuro en los uniformes de los agentes, el sol oculto todavía y el ruido ensordecedor del cepillo Volkswagen color crema que aguardaba afuera con el motor en marcha, justo frente a la puerta de la casa, en dirección hacia la Arzobispo Meriño.

Mis hermanos y yo entendiendo sin entender. Con la madurez prematura que otorga vivir situaciones como ésas. Madurez característica en los hijos de esa generación de hombres y mujeres de valor. Mi mamá, que llevaba una bata de dormir, presa de la desesperación y la impotencia, me agarraba de la mano como sin fallar en su instinto protector. Se llevaban a mi papá, lo montaban en el cepillo y apretados y entre armas largas y macanas, marchaban todos rumbo al palacio.

Con esa misma lucidez puedo contarles de un policía que vigilaba cada movimiento de mi papá. Sin disimulo alguno nos seguía cada mañana todo el trayecto a dejarme en la escuela, dormía en la acera a tres casas de la nuestra, justo debajo de un poste de luz que aún permanece en el mismo lugar de la calle. La inocencia de mis años no me dejaba entender a qué respondía nuestro inusual compañero, pero nos saludábamos yo desde el cristal de atrás del viejo Datsun de la familia, él detrás de nosotros en su motocicleta y hasta llegué a apodarlo Toby.

En mi familia nunca se nos ha dicho por quién votar, a quien despreciar, quien es el bueno y mucho menos quien es el malo. Imágenes en la memoria histórica de nosotros, testimonios de vida de mis padres, amigos que se han convertido en familia, y libros, muchos libros nos han servido para discernir y sacar nuestras propias conclusiones. Abunda el sentido común y se pone en práctica la tolerancia, como regla de oro en la vida.

El sentido común se ha encargado de hacerme recordar el gris de los años de Balaguer y la tolerancia me ha ayudado a digerir, sin aceptar, la realidad que refleja la encuesta Gallup que posiciona al Doctor como el político más admirado, con un 30.2 por ciento que le otorga la población.

Sin restarle sus condiciones al Doctor Balaguer, el gran peso social de la figura de un político de mucho vuelo que se apoyó en la fuerza popular y dueño de un carisma indiscutible. Sin mencionar sus dotes de escritor, poeta y orador. Pero de otro lado, el ideólogo de la sangrienta Era Trujillista, el redactor del manifiesto mediante el cual se anunció el golpe de Estado al gobierno de Horacio Vásquez en 1930. El brillante cerebro detrás del Dictador que heredó el poder tras la muerte de Trujillo.

No haber vivido la persecución de la Banda Colorá y los funestos doce años de Balaguer no me impide sacar mis propias conclusiones. La encuesta me confirma lo que tanto he temido, la memoria histórica de los dominicanos anda patas  arriba. A once años de la desaparición física de Balaguer y a diecisiete de su último gobierno, el sentido histórico de la gente anda perdido. Balaguer le ganó el pulso no sólo a Bosch y a Peña Gómez, también se llevó a Duarte, a Manolo y a Caamaño. Y no sólo lo mal que andamos, sino el arduo trabajo que hay que hacer para recuperar la memoria histórica y acabar con la confusión. Se oye o no se oye?

@paochaljub

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