El pasado 30 de junio se conmemoraron 105 años del nacimiento del
profesor Juan Bosch. Una vida repartida entre la política y las letras y
que a su paso dejó huellas indelebles y difícil de superar en
brillantez y genialidad.
No vengo a hablar del Bosch político. De esos años en los que Balaguer, Bosch y Peña eran titulares y protagonistas del acontecer político, por asuntos de edad, apenas guardo vagos recuerdos, y por no traer por los moños aquellas inútiles campañas que apuntaban al descrédito. Pero lo cierto es, que usted puede estar de acuerdo o no con su trayectoria política o su proceder en la historia, pero cuando se habla del cuento, a Bosch hay que servirle su plato aparte.
En Juan Bosch se traduce el género del cuento en sí, en el más elevado y fino nivel. Del más difícil de todos los géneros literarios, El Profesor logró plasmarlo de la manera más hermosa y sencilla para que cualquiera lo entendiera. Esa manera tan llana y a la vez tan sofisticada y ricamente descriptiva de escribir sus cuentos que logra enganchar a la lectura a cualquiera, desde un niño de 8 hasta a un anciano en sus años extra que le quedan en la vida.
Hablar de Bosch no lo hace peledeísta, tanto como reconocer a Balaguer como escritor no lo hace reformista o rememorar los insuperables dotes de discurso y convocatoria de masas que lucía Peña Gómez en aquellos mítines, que ya dejaron de existir, en la cabeza del Puente de la 17, no lo oficializa a usted como parte del PRD.
Pero, si de ser justos se trata, con Juan Bosch estamos en deuda. República Dominicana le debe a Bosch y sus aportes literarios, haberse ganado un puesto respetable en las letras de América Latina y el grupo de escritores de la región. A base de puras letras con mensajes humanos y una protesta social tan fina y acabada como aguda y valiente en cada cuento, percibió el drama de principio de siglos en los campos dominicanos y logró plasmar esa vida tan dura de los campesinos en cada uno de sus cuentos, como una forma de decir las cosas y elevar su voz.
Y sí que lo logró. A 105 años de haber nacido y a 13 años de su muerte, sus cuentos y el drama que relata en cada uno de sus escenarios parecen haber quedado suspendidos en el tiempo y, sin contar con las comodidades de hoy y los avances del tiempo, parecieran que los escribió ayer. Los cuentos de Bosch, llevan con ellos una carga social tan rica que retratan a la perfección la esencia del pueblo dominicano, aún en estos días.
Una realidad social que se ve reflejada en “La Mujer” y que tristemente se respira, todavía, en esta sociedad y en todos los niveles que la componen. O el cuadro de pobreza, de atraso y de penurias que viven los hombres del campo y de lo que relata en un “Camino Real”, que al parecer resulta interminable para recorrerlo.
A Bosch yo le debo inspiración. Más que respeto, admiración y asombro ante su genio, con él estaré eternamente en deuda ante su generosidad cuando se trata de inspiración para el alma. Comencé con este deseo de escribir de manera formal, que se ha convertido en un ensayo interminable, a finales de los años 90 cuando mi papá, haciendo de ángel eterno protector y apoyador, me cedió un espacio en su columna en el desaparecido periódico Ultima Hora, y hoy tantos años después apelo a mi segundo artículo para agradecerle a Juan Bosch aquel golpe de inspiración que recuerdo, valoro y atesoro con cariño especial.
Le escribí a la lluvia, a la manera en que Bosch logró transportarme y embriagarme dulcemente con sus letras, hacerme sentir parte de esa historia, enamorarme de aquella prosa tan sencilla y cautivadora, que logra despertar la dulce envidia de cualquiera que disfrute leer o escribir. Tanto así, que con la lluvia logré recordar sus letras y traducirlo a las mías.
Tanto le debo a Bosch, que hoy, luego de muchos artículos escritos desde aquellos dulces tiempos de Ultima Hora y con las ganas de seguir aprendiendo intactas guardadas a flor de piel en el corazón, El Profesor sigue regalándome inspiración para escribir y rendirme ante tanta grandeza cuando de escribir cuentos se trata.
Hoy con mis letras, vestida de humildad y guardando con mucho respeto la distancia que merece un genio de tal magnitud, vengo a darle las gracias por la inspiración y por su aporte. Aporte que sigo leyendo una y otra vez y encontrando luces de inspiración de manera incansable.
“-Aquí no tiene que pensar. Pensaremos por usted. En cuanto a sus recuerdos, no va a necesitarlos más: empezará una vida nueva.”
(La Mancha Indeleble)
No vengo a hablar del Bosch político. De esos años en los que Balaguer, Bosch y Peña eran titulares y protagonistas del acontecer político, por asuntos de edad, apenas guardo vagos recuerdos, y por no traer por los moños aquellas inútiles campañas que apuntaban al descrédito. Pero lo cierto es, que usted puede estar de acuerdo o no con su trayectoria política o su proceder en la historia, pero cuando se habla del cuento, a Bosch hay que servirle su plato aparte.
En Juan Bosch se traduce el género del cuento en sí, en el más elevado y fino nivel. Del más difícil de todos los géneros literarios, El Profesor logró plasmarlo de la manera más hermosa y sencilla para que cualquiera lo entendiera. Esa manera tan llana y a la vez tan sofisticada y ricamente descriptiva de escribir sus cuentos que logra enganchar a la lectura a cualquiera, desde un niño de 8 hasta a un anciano en sus años extra que le quedan en la vida.
Hablar de Bosch no lo hace peledeísta, tanto como reconocer a Balaguer como escritor no lo hace reformista o rememorar los insuperables dotes de discurso y convocatoria de masas que lucía Peña Gómez en aquellos mítines, que ya dejaron de existir, en la cabeza del Puente de la 17, no lo oficializa a usted como parte del PRD.
Pero, si de ser justos se trata, con Juan Bosch estamos en deuda. República Dominicana le debe a Bosch y sus aportes literarios, haberse ganado un puesto respetable en las letras de América Latina y el grupo de escritores de la región. A base de puras letras con mensajes humanos y una protesta social tan fina y acabada como aguda y valiente en cada cuento, percibió el drama de principio de siglos en los campos dominicanos y logró plasmar esa vida tan dura de los campesinos en cada uno de sus cuentos, como una forma de decir las cosas y elevar su voz.
Y sí que lo logró. A 105 años de haber nacido y a 13 años de su muerte, sus cuentos y el drama que relata en cada uno de sus escenarios parecen haber quedado suspendidos en el tiempo y, sin contar con las comodidades de hoy y los avances del tiempo, parecieran que los escribió ayer. Los cuentos de Bosch, llevan con ellos una carga social tan rica que retratan a la perfección la esencia del pueblo dominicano, aún en estos días.
Una realidad social que se ve reflejada en “La Mujer” y que tristemente se respira, todavía, en esta sociedad y en todos los niveles que la componen. O el cuadro de pobreza, de atraso y de penurias que viven los hombres del campo y de lo que relata en un “Camino Real”, que al parecer resulta interminable para recorrerlo.
A Bosch yo le debo inspiración. Más que respeto, admiración y asombro ante su genio, con él estaré eternamente en deuda ante su generosidad cuando se trata de inspiración para el alma. Comencé con este deseo de escribir de manera formal, que se ha convertido en un ensayo interminable, a finales de los años 90 cuando mi papá, haciendo de ángel eterno protector y apoyador, me cedió un espacio en su columna en el desaparecido periódico Ultima Hora, y hoy tantos años después apelo a mi segundo artículo para agradecerle a Juan Bosch aquel golpe de inspiración que recuerdo, valoro y atesoro con cariño especial.
Le escribí a la lluvia, a la manera en que Bosch logró transportarme y embriagarme dulcemente con sus letras, hacerme sentir parte de esa historia, enamorarme de aquella prosa tan sencilla y cautivadora, que logra despertar la dulce envidia de cualquiera que disfrute leer o escribir. Tanto así, que con la lluvia logré recordar sus letras y traducirlo a las mías.
Tanto le debo a Bosch, que hoy, luego de muchos artículos escritos desde aquellos dulces tiempos de Ultima Hora y con las ganas de seguir aprendiendo intactas guardadas a flor de piel en el corazón, El Profesor sigue regalándome inspiración para escribir y rendirme ante tanta grandeza cuando de escribir cuentos se trata.
Hoy con mis letras, vestida de humildad y guardando con mucho respeto la distancia que merece un genio de tal magnitud, vengo a darle las gracias por la inspiración y por su aporte. Aporte que sigo leyendo una y otra vez y encontrando luces de inspiración de manera incansable.
“-Aquí no tiene que pensar. Pensaremos por usted. En cuanto a sus recuerdos, no va a necesitarlos más: empezará una vida nueva.”
(La Mancha Indeleble)
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