martes, 18 de agosto de 2015

NOS MATA LA INMEDIATEZ

Presa del afán y de la prisa. Entre el eterno agobio por la primicia, el decir las cosas primero y recibir respuestas instantáneas, así se vive en estos días. La premura vive al acecho en nuestras vidas para dejar de lado el acabado fino y delicado que concede el tiempo cuando ha madurado las cosas. Los tiempos obligan a la vida expreso y con esta tendencia, vienen de la mano los errores y en el mejor de los casos, la urgencia en enmendar las falsedades, las mentiras a media y la desinformación.

No pasa un día en el que la vida no se haga más cómoda en manos de la tecnología; esa que nos ha puesto las cosas tan sencillas. Ya sea en el plano laboral, casi anulando por completo el papel o acortando distancias para una conferencia entre socios en Santo Domingo, otro en Japón y un tercero en Dubai a través de la computadora; o bien sea en las relaciones sentimentales y familiares que logran acercarse cálidamente gracias a plataformas que permiten conversar y verse los rostros sin demora y en tiempo real. Casi mágico, si se piensa en ese milagro de la tecnología.

Años atrás, pensar en la idea de un teléfono que permitiera ver el rostro de quien llamaba al mismo tiempo que conversaban, era casi lo mismo que pensar en autos voladores y personajes biónicos como sacados de los famosos dibujos animados Los Jetson. Cuando las computadoras eran aparatos a blanco y negro y cuando la tecnología en los hogares alcanzaba niveles privilegiados en aquellas familias con un televisor a control remoto.

Hoy la historia es otra y sigue avanzando, cambiando a cada segundo. De una manera tan asombrosa y veloz que casi asusta. Un ordenador, un teléfono celular, un televisor o una tableta sale al mercado hoy y ya en semanas lanzan un modelo que supera por mucho al más vanguardista. La tecnología se va superando a sí misma a cada instante.

Los periódicos han vivido en carne propia esta revolución y se refleja en ellos el paso inminente del tiempo que manda a avisparse, a renovarse y a moverse al son que tocan los nuevos ritmos. Las redes sociales, los diarios digitales y los blogs de información han desplazado en cierto modo a la prensa tradicional, precisamente por la necesidad de inmediatez que exige el ser de estos tiempos.

La gente demanda rapidez, los lectores reclaman agilidad en la información y desechan sin piedad toda noticia que en tiempo récord ya se convierte en fiambre. El lector se ha convertido en comensal implacable cuando se trata de consumir actualidad.

Sin embargo, con esa misma necesidad de premura y de rapidez llegan la desinformación, las noticias a media y por último, si es que existen indicios de ética y de formación, el tener que enmendar o reivindicar los errores. Ya se sabe y se conoce de la funesta práctica de matar antes de morir, tan contradictorio como real. Figuras de renombre son víctimas de dicha práctica, que anuncia su muerte en los distintos medios o a través de cuentas de particulares, práctica que pone en vilo a familiares y amigos cuando se enteran en las redes de la supuesta muerte de un ser querido, que en los muchos de los casos, está ajeno a dicho ruido mediático o sigue con vida en alguna sala de hospital. Sin contar con que, para bien o para mal, todos somos periodistas. Basta con tener un teléfono inteligente, estar en el momento justo y echar mano a un poco de ingenio, para convertirnos en reporteros. El rumor se ha vuelto ley cuando se trata de noticias.

Pero de periódicos a redes sociales, sin duda alguna la inmediatez ha hecho residencia fija en la mensajería móvil. Allí convive la prisa de la mano de las malas formas, los complejos ocultos tras un velo falso de cordialidad, la locura desmedida y el deseo desbordado de ser atendidos y servidos al instante. Entre el cotejo de “recibido”, el “online” y el “last seen” en las conversaciones de texto, han delatado al menos posesivo de los celosos y han hecho perder la cordura al más cuerdo de todo el equipo.

Las relaciones han seguido la línea de la tecnología y ahora para algunos, el cariño y el nivel de importancia se miden por la rapidez con que se responde al llamado de un saludo en whatsapp.
Pobre de aquel, que víctima del ajetreo de labores reciba un mensaje de texto, lo lea, lo guarde para responder más tarde y olvide por completo aquella misión. Tenga por seguro que será castigado con alguna carita o emoticon de las tantas que se guardan entre las más usadas, porque responder con palabras sería darle mucha importancia a quien ha herido nuestros sentimientos tecnológicos, por llamar esta nueva onda de alguna manera.

Haga de la tecnología un aliado, pero no permita que controle sus días y mucho menos que defina los niveles de amistad o de cariño por unas cuantas líneas en un teléfono que por mucho que se escriba, nunca podrá superar en calidez y en importancia a una llamada para dejar salir un “te quiero”, un “me haces falta” o el más dulce de todos los “cuando te veo?”.

Mientras tanto, cuídese de las señas en whatsapp; porque personalmente si le envío una manito con un pulgar arriba, en mi idioma tecnológico quiere decir que me importa poco y puede irse por donde mismo regresó.

*inserte una carita feliz aquí :)

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